Testimonio TCA: ¿Hasta cuándo?

"¿Hasta cuándo?" es un testimonio que nos muestra la conversación constante y contradictoria que puede darse en la cabeza de una persona que sufre TCA...

Compartimos un nuevo testimonio sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) que nos llega de parte de Edurne. Su testimonio, “¿Hasta cuando?”, Su testimonio refleja con claridad el constante bombardeo de pensamientos contradictorios y obsesivos que pueden invadir la mente de una persona que atraviesa problemas de TCA.

Muchas gracias Edurne por tu participación en Proyecto Princesas porque, gracias a que, nos has permitido la posibilidad de conocer la realidad de muchas personas.

Mucha fuerza y todo nuestro apoyo a quienes os encontráis atravesando un momento difícil, recuerda que no estás solx. Pedir ayuda es el primer paso hacia la sanación, y con el apoyo adecuado, es posible encontrar alivio y bienestar.

¿Hasta cuándo?

Siempre asociamos los TCA a la comida, lógicamente porque la conducta que más evidente es, está relacionada con ella. Ya sea comiendo “abundantemente”, dejando de comer o comiendo de manera selectiva o con ciertas pautas. Es parte de un TCA, sí, pero… ¿Qué hay detrás de un TCA que no se hace tan evidente a los ojos del resto, pero duele igual o más que lo directamente relacionado con la comida?

Llevo 6 años con un TCA diagnosticado, he pasado por fases muy diferentes y en algunas de ellas, incluso diría que visto desde fuera, podría pensar: ya se ha curado. ¡Ojalá! Ojalá pudiera deciros que hoy en día tengo una relación sana con la comida y que tengo unas conductas normales o normalizadas en esta sociedad. 

Hoy en día no soy capaz de no organizar mi día a día, y diréis; ¿y eso que tiene que ver con un TCA? Pues tiene que ver. Tiene que ver con el control, el mismo que aplico a lo que comer o dejar de comer, lo aplico a mi día a día; ir o no ir, decir o no decir, hacer primero o después, avisar o no avisar… y así con TODO. Os pondré algún ejemplo práctico para que lo entendáis mejor. 

7:37 (si soy cuadriculada hasta para eso) suena el despertador, estoy de vacaciones. ¿Me levanto o me quedo un ratico más en la cama? Y se pone en marcha la maquinaria. Yo contra mí misma, ¿quién ganará?

Los pensamientos comienzan: “levántate que llevas ya mucho rato descansando”. “No, no tienes nada mejor que hacer y estás a gusto”. “Venga, levanta y si luego estás cansada haces siesta”. “Sabes que por muy cansada que estés no vas a hacer siesta, estate un rato más…”. 

Entonces me levanto, desayuno (Café con leche con cereales, como todos los días): “¿me echo más?” “Sí, tengo hambre”. “Espera un poco que es gula”. “¿Bueno y si es gula también que más da?”, “Que se te va a ir de las manos…”. Guerra otra vez. 

“¿Friego y barro el piso o me voy al monte?”, “Es más necesario lo primero”. “Ya, pero si no voy ahora al monte, luego me va a dar más pereza, venga, voy”. “Bueno, es verdad que hace frío, primero friego y luego voy”. “Pero igual empieza a llover, venga, voy ya”. “Búa que pereza me da. Pero si no voy ahora, luego me voy a angustiar…”.

“Que bien, ha salido el sol. ¿Voy a echar un café con mi familia o aprovecho y doy otra vuelta, ya que hace bueno?”. “No, ya has andado por hoy, vete al café”. “¿Qué pido? Café me gusta, pero luego me sienta mal. Mejor un botellín de agua”. “Pero qué triste también eso. Venga un café”. “No que luego te cierra el apetito”. “Joe y que de tiempo llevamos ya sentadas aquí, nos tendremos que mover o qué?”. “No digas nada que la gente normal no piensa así”. “Venga que no pasa nada por estar sentada”. “Ya claro, pero a la mañana un rato más en la cama también has estado…”. “¿Qué? ¡Hay perdón estaba empanada!”.

Mentira, estabas hablando con tu cabeza y no podías estar atendiendo a las personas que estaban contigo. Estar sin estar. 

Hora de comer, tengo que comer tres platos. Lentejas, merluza y pera. “Bueno, pero si el taper de lentejas quito un poco y luego a la merluza le quito otro trocico”. “Bueno, o mejor me como ahora las lentejas y a la noche la merluza”. “Pero no te sientes, eh, come de pie; ahora que nadie te ve y encima que has estado sentada echando un café”. “Bueno, o igual dejas mejor las lentejas para mañana que tienes Pilates, y por lo menos has hecho algo de ejercicio”.

¿Acabar de comer y que hago? Limpiar, tender, planchar, salir a la calle, pero siempre que no sea a sentarme a ningún lado, movimiento y actividad. “Hace mucho que no leo, ¿por qué no me siento en el sofá un rato?”. “Eso es perder el tiempo y sentir rechazo hacia tu persona”. “A ver si viene alguien a dar un paseo”. “No hay nadie, pues voy a visitarle a mi madre y a ver si tiene algún recado que hacer”. Se ha ido a pasar el día por ahí. Angustia. Angustia de no tener un plan y no ser capaz de estar sin hacer “nada”.  

“¿Qué hago?” Me caen cuatro lágrimas, no soy capaz de llorar más por desgracia. Y me voy a dar un paseo al monte. En el trayecto me siento mal, no quiero que nadie me vea por qué siento que la gente piensa “ya está haciendo deporte” o “qué rara es, un sábado en vez de potear está en el monte”. No tengo fuerza para defender eso que quiero hacer. “Edurne, que la gente hace lo que le da la gana; ¡a ti te apetecía venir, que el mundo piense lo que quiera!”. “Ya, pero… no es real, yo estoy etiquetada como “enferma” y siento que siempre lo llevaré encima”. 

Llego a casa y estoy de mejor humor, algo más tranquila. Me visto y salgo a echar algo con quien este; no me motiva la gente, pero por tener el tiempo ocupado. “¿Qué tomo? ¿Un café? A ver qué hora es, y qué pienso cenar”. “Vale, pues me tomo un café, a ver si no está muy cargado, que me deja la tripa hecha ciscos y enzima se me escapa el pis”. Sí, noto exageradamente si he bebido café que me cuesta mucho más retener las perdidas, de un momento a otro he mojado la ropa interior. Es una sensación de vulnerabilidad terrible, no controlo ni mi orina; como los niños. 

Se libra una terraza y mis amigas se sientan, empieza mi cabeza en marcha. Otra vez estas sentadas. Voy a saludar a fulanita que esta haya de pies; hablo todo lo posible por no volver a sentarme, luego voy al baño, me siento un poco, vuelvo a levantarme a saludar a otra persona… Total que no estoy prácticamente con mis amigas, y todo por no estar sentada y quieta, ellas hablan, pero yo no soy capaz de mantener la atención en la conversación, mi cabeza está pensando que excusa poner para volver a moverse. “¿Alguien necesita algo? ¡Ya voy yo!”.

Es pronto aún para cenar, pero no quiero estar más tiempo quieta; ¿Qué puedo hacer? Voy a casa de mi madre, en lo que voy y vengo ya he perdido un poco de tiempo y luego puedo barrer y limpiar la casa, que está limpia, pero así por lo menos hago algo. Y aun sabiendo que debería de quedarme donde estoy, el bicho que llevo dentro no me lo permite y me convence de levantarme e irme. 

¡A cenar! ¿Ojalá fuese así de fácil verdad? Vuelta la máquina a pensar. “¿Qué he comido?, ¿Cuánto me he movido?, ¿Qué comeré mañana?” Y después de mil y un cálculos sin sentido, decido cenar X. Pero bueno, mejor Y. Venga no X que ya lo habías decidido. Pero se te había olvidado anotar que mañana tienes 10 minutos más de clase, de estar quieta. Por tanto, mejor Y o H o B. «PARA POR FAVOR, ¡CABEZA PARA!». Agotador. Y empiezo a cenar, y me autoconvenzo de que puedo comer lo que quiera. Y eso es lo que hago, comer y comer y comer, y un poco más de esto, y esto también. Pero me duele un poco la tripa. «Da igual, es tu momento, come ahora». «Ahora que se acaba el día y no sientes tanta culpa». 

Y de ahí al sofá a relajarse, descansar y ver la tele o leer; ojalá. Eso haría cualquier otra persona, pero yo mientras estoy en el sofá estoy sintiéndome fatal, por lo que acabo de hacer/comer, intento convencerme de que no pasa nada, pero no sirve. ¿Y cómo acaba esto? Frenando, no haciéndole más caso a mi cabeza que me dice que coma más, en el mejor de los casos. En alguno provocándome el vómito y sintiéndome todavía peor porque una vez más el bicho ha ganado la partida.  Lávate los dientes lo más rápido posible y métete en la cama y si puedes, llora para sacar algo de culpa. Al cabo de una hora aproximadamente mi cuerpo se rinde ante mi cabeza y se duerme. Otro día, más o menos, no sé ya como verlo, pero en este sinvivir, ¿hasta cuándo?.

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