¿Sabías que existe una terapia capaz de transformar cómo procesas los traumas que afectan tu relación con la comida y tu imagen corporal? La Terapia EMDR está ganando reconocimiento como un enfoque eficaz para tratar trastornos alimenticios.
¿Te preguntas de qué trata esta terapia? En este artículo, Paloma Rivas y Laura Alberola nos descubren cómo la terapia EMDR puede ser la clave para liberarte de patrones destructivos y ayudarte a recuperar tu bienestar. Conoce cómo esta innovadora terapia puede cambiar tu vida.
EMDR: Una no tan innovadora terapia para el tratamiento del trauma
Puede ser que últimamente hayas escuchado sobre la terapia EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing). En español significa desensibilización y reprocesamiento a través del movimiento ocular; y es que, aunque parezca algo novedoso, realmente cuenta con un largo recorrido. Esta terapia se ha consolidado en los últimos años como uno de los enfoques psicoterapéuticos más eficaces para abordar los síntomas derivados de experiencias traumáticas. Además, dado que el trauma psicológico se considera un elemento etiológico y transdiagnóstico, presente en la mayor parte de los trastornos mentales (Hogg et al, 2023). Cada día hay mayor evidencia en el tratamiento de; fobias, adicciones y trastorno mental grave, y por supuesto, en el tratamiento de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Los orígenes del EMDR se remontan a un descubrimiento casual realizado por Shapiro en 1987.
Mientras Shapiro paseaba por un parque, observó que al seguir con la mirada el movimiento de las hojas mecidas por el viento, disminuía notablemente la carga emocional de algunos recuerdos dolorosos que estaba reviviendo en ese momento. Intrigada por este efecto, la psicóloga comenzó a investigar de manera sistemática los posibles beneficios de combinar el movimiento ocular con la revivificación y procesamiento de memorias traumáticas.
A lo largo de la década de los 90, Shapiro fue perfeccionando un protocolo estructurado basado en estas premisas, que denominó EMDR. Numerosos estudios empíricos demostraron luego su eficacia clínica para tratar diversos trastornos asociados al estrés postraumático, como el TEPT. En la actualidad, se ha consolidado como un tratamiento de primera línea. Siendo recomendado para abordar problemas derivados de experiencias vitales altamente estresantes o traumáticas, recibiendo el respaldo de numerosas instituciones tanto nacionales como internacionales, como American Psychological Association (APA; EEUU) La Organización Mundial de la Salud (OMS), The International Society for Traumatic Stress Studies (ISTSS; EEUU) National Institute for Health and Care Excellence (NICE; EEUU), Royal College of Psychiatrists (RCPSYCH; Reino Unido), etcétera.
Hablamos, pues, de un tratamiento que consiste en un abordaje psicoterapéutico complejo. Que consta de ocho fases y que abarca tres vertientes temporales: pasado, presente y futuro. A menudo suele confundirse con una técnica, por lo llamativo, que acontece la parte del movimiento ocular, que suscita tantas dudas.
El movimiento ocular es uno de los elementos clave del protocolo de tratamiento EMDR. Se refiere específicamente a la estimulación bilateral alternada que se realiza durante la fase que denominamos desensibilización y reprocesamiento del recuerdo traumático, que, aunque sea una parte fundamental del protocolo, no es el único componente terapéutico.
¿Qué sucede en el cerebro cuando hacemos el reprocesamiento?
La terapia EMDR enfatiza en cómo nuestro cerebro; almacena los recuerdos, en cómo procesa la información y en la capacidad intrínseca del mismo para gestionar experiencias perturbadoras. Se sustenta en que las reacciones de estrés ante los eventos disruptivos para las personas, son respuestas adaptativas (Selye, 1936). Pero prolongadas en el tiempo, no sanadas, pueden desencadenar trastornos como el de estrés postraumático derivado de una hiperreactividad de la amígdala cerebral.
A través de los movimientos oculares (MO), ayudamos a que el paciente pueda integrar los recuerdos traumáticos de una forma mucho más adaptativa y desde un espacio seguro. Al iniciar la aplicación de la terapia EMDR, se produce una activación cortical significativa que se desplaza desde la corteza fronto-límbica hacia la corteza asociativa tempo occipital. Lo que significa que, la EMDR, transforma la experiencia negativa de emotiva a cognitiva (Pagini et al., 2012).
Los estudios realizados por Van der Kolk (1999) gracias a escáneres pre y postratamiento, indican mejorías a nivel neurofisiológico en numerosas áreas cerebrales. A destacar, que esta terapia actúa directamente en la corteza prefrontal (responsable de analizar y gestionar las conductas y las emociones) y en el sistema límbico (relacionado con la formación y el almacenamiento de la memoria asociada a hechos o eventos con alta intensidad emocional). De forma muy concreta, en el sistema límbico, infiere en la amígdala cerebral (señal de alarma ante los eventos estresores), el hipocampo (aprendizaje, memoria y orientación), el hipotálamo (regulación de los ciclos del sueño y el calor corporal) y los ganglios basales (respuestas motoras, gestos y expresiones).
Los Movimientos Oculares han demostrado recuperar recuerdos episódicos. Además de ayudar a generar nuevas conexiones neuronales gracias a la integración de los episodios traumáticos (Shapiro, 2001).
Según estudios de Denny, 1995, los movimientos oculares bilaterales contribuyen a reducir el ritmo cardiaco, aumentan la temperatura corporal y estimulan el sistema parasimpático cerebral. Cabe mencionar, que una amígdala relajada interviene directamente en la producción de hormonas como la oxitocina (hormona vinculada a sentimientos agradables como la calma o el amor).
Los investigadores Pagani et al. (2013) observaron cómo la EMDR influye en la actividad cerebral a través de registros de encefalograma (EEG). Tras los resultados obtenidos, postularon que la estimulación neuronal de baja frecuencia propiciada en una sesión con esta terapia, se fomentaba la actividad en las regiones orbitofrontal, prefrontal y del cíngulo anterior del córtex (áreas relacionadas con el pensamiento cognitivo, la toma de decisiones, las respuestas automáticas y emocionales, además de la memoria). Al comparar a los pacientes EMDR con aquellos pacientes controles, encontraron en los primeros una mayor activación del sistema límbico durante el reprocesamiento del trauma.
Bergmann, 2010; Maxfield, Melnyk, & Hayman, 2008 señalan que los principales efectos neuropsicológicos de la mencionada terapia se dan; en la memoria de trabajo, la interacción interhemisférica, la respuesta de orientación, los procesos atencionales y el sueño REM.
Estas investigaciones son una pequeña muestra de todas las que se han realizado hasta día de hoy. Y en las que, como denominador común, se puede comprobar no solo la eficacia de la terapia EMDR en la salud de la persona intervenida, sino también, en su funcionamiento cerebral.
Esta terapia no es magia, es ciencia. Una ciencia que te ayudará a mejorar tu calidad de vida física y emocional.