Testimonio: Diario de una adulta con TCA

Este nuevo testimonio nos explica su experiencia al ser una adulta luchando contra un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA)...

Testimonio: Diario de una adulta con TCA

Compartimos “Diario de una adulta con TCA”, un nuevo testimonio firmado por Any. Ella nos explica su experiencia luchando contra un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) a lo largo de varias etapas de su vida.

Sus palabras nos invitan a conocer la realidad de muchas personas adultas afectadas por TCA y a romper con estereotipos como que únicamente se padecen en la infancia y adolescencia. Sin embargo, un TCA puede desarrollarse o debutar en cualquier rango de edad. Pues los factores de riesgo son múltiples y muy diversos, como ya hemos expuesto mediante otros testimonios y artículos divulgativos en nuestro blog.

Aunque el estigma de edad está cada vez más superado, conviene recordar con frecuencia que cualquier persona que padezca un TCA merece buscar ayudar y acceder a un tratamiento digno, independientemente de su edad, género o procedencia.

Agradecemos a Any su valiosa participación en Proyecto Princesas porque, gracias a que nos has permitido la posibilidad de asomarnos a algunas páginas del diario de una adulta con TCA, de nuevo ayudamos a validar todas las vivencias entorno a estos trastornos. Tus consejos serán muy bien recibidos por nuestra comunidad. Estamos seguras de que muchas lectoras encontrarán la inspiración para identificar la parte sana que habita en cada una de nosotras: nuestra Tersícore.

Mucha fuerza y todo el apoyo hacia esos proyectos de recuperación que sin duda contribuyen a crear ese mundo más empático por el que todas abogamos.

Diario de una adulta con TCA

Estos días, con motivo de la cercanía del día de la lucha contra los TCA, estoy pensando en los largos años que arrastro con esta enfermedad. Por eso, quiero ofrecer mi testimonio. Con la esperanza de que pueda servir a otras personas a reconocer el problema y a buscar ayuda a tiempo.

Supero los 40 años de edad y me ha costado mucho darme cuenta de lo que el TCA me ha hecho. Hoy reconozco que padezco un TCA desde la adolescencia. No me di cuenta ni quise aceptarlo, a pesar de la insistencia de mi madre, hasta pasados los 30. Tampoco me atreví a tratarlo como la enfermedad que es hasta pasados los 40, no sin cierto grado de vergüenza y desesperanza. No obstante, no quiero que mi testimonio sea una historia negativa. Más bien una advertencia sobre la importancia de la detección y tratamiento precoz de los TCA de toda índole, máxime, hoy día, cada vez más extendidos entre jóvenes, adultos, hombres y mujeres.

He visto todas las caras del TCA reflejadas en mi cuerpo y en mi mente. He ayunado, he comido hasta reventar, he vomitado, me he hecho daño física y mentalmente, he tenido sobrepeso y he rozado el bajo peso. Al no tratarlo en sus inicios, a pesar de transitar algunos años relativamente tranquilos y estables, la enfermedad ha permanecido siempre latente. Y esos síntomas han aflorado de una manera incluso más fuerte en la época adulta, donde los problemas de la vida son mayores y más graves.

Hoy me doy cuenta de que siempre estuvo ahí, esperando el momento de decirme: ¿Ves? La vida falla, las personas fallan. Pero yo siempre estaré aquí, contigo, para que tengas algo a lo que aferrarte. Algo que poder controlar, mientras el resto de tu vida se desmorona. Parece increíble cómo esa falsa sensación de control sobre la comida nos aporta esa otra falsa sensación del control que necesitamos sobre el resto de nuestra vida.

En este alocado recorrido a lo largo de la trayectoria de la enfermedad, quisiera retroceder a los inicios porque me parece importantísimo y básico, cada vez más, detectar este tipo de problemas en los niños y adolescentes. Se pueden evitar, sí, pero para ello es necesario conocer la dinámica de los TCA. Como tantas otras afecciones mentales, el TCA se asocia a la falta de autoestima, a inseguridades, a un exceso de auto exigencia; y la sociedad que hemos creado nos incita a desarrollar de ese tipo de sentimientos y dinámicas. La educación y el trato que damos a los jóvenes es fundamental para crear mentes fuertes, tan necesarias hoy en día para sobrevivir en la jungla de la vida.

No nos imaginamos la influencia que ciertos comentarios y proyecciones tienen sobre los jóvenes, el daño que les hace transmitirles directa o indirectamente la importancia del físico, los comentarios sobre sus cuerpos, sobre sus hábitos alimenticios, incluso sobre sus gustos o preferencias. Estas cosas marcan, se agarran a la mente y la condicionan de por vida si no se detectan y no se trata a tiempo.

No soy una experta ni trato de hablar como una especialista, aunque mi psicóloga suele decirme que sé más que nadie sobre el TCA. Y es que llevo toda mi vida, prácticamente, con ello.

Le ha personalizado: es un ente. Tengo nombres asignados a mi parte más sana (Tersícore), aquella que se da cuenta de lo destructivo que es esto y que, a veces, me anima a salir de ello; y a mi parte más tóxica (Anubis), aquella que me hace creer que sin mi TCA no tengo nada, no soy nadie, y que por eso va a estar siempre como una parte de mí.

En este largo recorrido he pasado por todo. En los años noventa no había grupos de WhatsApp. Además, era muy raro que un adolescente varón desarrollase un TCA, como sí ocurre hoy en día, al ser la presión social igual de fuerte en todos los géneros. En esa época acudía a los blogs que, poco a poco, al ser descubiertos, iban siendo prohibidos y cerrados.

Con los años, llegaron los grupos en varias aplicaciones, más difíciles de detectar. Pasé por muchos. Con el tiempo, me hice mayor. Ya no era una niña en busca de un modo rápido de adelgazar a toda costa. Era una adulta consciente del problema, con ansias de controlarlo sin deshacerme del todo de él. Por la necesidad de ese control y por el odio hacia mi cuerpo, nunca lo suficientemente delgado. No estaba dispuesta a participar en grupos para incentivar a niñas a caer en un pozo oscuro por culpa de lo que en principio parece solo una dieta, pero que en el fondo esconde mucho más, sobre todo problemas de inseguridades, de traumas infantiles, de falta de autoestima y de amor propio.

Así que empecé a crear mis propios grupos. Con gente adulta con TCA, consciente del problema y en busca de apoyo o desahogo, en un espacio donde todas nos entendemos. Tanto cuando nos ataca Anubis como cuando es Tersícore la que nos anima a luchar. No podemos evitar apoyarnos en el deseo constante de la bajada de peso, pero lo que más nos alegra es ver que otras van saliendo de esto y superando la enfermedad.

Desearía participar en la creación de una sociedad más empática. Más preocupada por las personas, y menos por las dinámicas económicas (es otro tema, pero estas últimas influyen en la creación de ciertas necesidades que llevan al padecimiento de TCAs y otras enfermedades).

Deseo que todas las personas que estén pasando por un TCA en cualquiera de sus facetas sean capaces de encontrar a su Tersícore.

Any


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