“Decidí pedir ayuda” es el testimonio de Yasna Moya que nos escribe desde Chile para contarnos su historia al sufrir Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Su testimonio inspira a hacer lo que parece imposible cuando se está sufriendo cualquier tipo de TCA; pedir ayuda.
Explica cómo comenzaron las conductas del TCA y cómo las exigencias de la danza profesional aumentaron sus autoexigencias, llegando a obsesionarse con la alimentación “saludable” y exceso de ejercicio, de un modo que le impedía seguir viviendo en paz.
Muchas gracias Yasna por compartir tu historia y tomar la decisión de pedir ayuda. Nos alegra muchísimo haber sido impulso a que tomases una decisión tan importante. 💜 Deseamos que hayas progresado en tu camino hacia la recuperación y alcanzado tus sueños. Estamos seguras de que tu experiencia será una inspiración para otras personas que aún no han dado el paso hacia su propio proceso de recuperación.
¡Un abrazo!
¡GRACIAS POR CREAR ESTE ESPACIO!
Gracias por el tacto con el que abordan este tema y por si no lo mencioné… Cuando encontré la cuenta de Proyecto Princesas, en el Día Internacional Contra los TCA, también fue un impulso para que me decidiera a buscar terapia. Siempre gracias💓
Yasna Moya
Decidí pedir ayuda
Hace 8 años aproximadamente es cuando aparece mi primer recuerdo en la cocina teniendo una conducta que me hacía daño. Allí estaba yo angustiada por una situación familiar y me dirigí hacia las galletas, mastiqué muchas, tomé una servilleta y las escupí todas. Recuerdo que después de eso quedé extrañada, me pregunté a mí misma si estaba haciendo algo malo y con la misma rapidez, me convencí de que no… que solo era malo si vomitaba.
A los pocos meses me fui de la casa de mis padres a estudiar danza profesionalmente y fue como una bomba de tiempo: mi personalidad autoexigente, las críticas constantes de las/os docentes y sus consejos acerca de pasar una semana comiendo solamente un yogur diario, la competencia, la tristeza, la soledad; todo eso estalló en que a veces comiera mucho, por montones y otras tantas fuera capaz de bajar de peso repentinamente. Fui a la farmacia y compré muchos laxantes porque nunca “aprendí” a vomitar, tomaba cada vez más purgantes, estaba delgadísima, me sentía siempre débil, pero el entorno elogió mi cuerpo y yo seguí haciéndolo.
Me puse cada día más selectiva, amiga de la comida supermega saludable, hice una cantidad absurda de ejercicio y me seguí obsesionando y seguí canalizando todo lo que no sabía decir, a través de mi relación con la comida.
Pasaron los años, entré a estudiar otra carrera universitaria: educación física… las cosas parecieron calmarse un tiempo, hasta que otra vez me vi en la misma situación; haciendo mucho deporte (más de lo que es sano), dejando de comer, acostándome todas las noches pensando en qué comida quitarme al día siguiente, masticando y escupiendo, lastimándome.
Ahora, con 25 años y a poco más de un año de recibirme como profesora de Educación Física, decidí pedir ayuda. Decidí pedir ayuda cuando me di cuenta de que no podía recordar cuándo fue la última vez que disfruté algún cumpleaños o alguna Navidad. Decidí pedir ayuda cuando me di cuenta de que el trastorno me aislaba. Cuando me di cuenta de que desde hace años no soy capaz de sentarme a comer ni una sola vez sin sentir angustia. Cuando me di cuenta de que desde hace años lo primero que hago al pararme de la cama es mirarme la panza.
Decidí pedir ayuda hace un par de semanas porque la obsesión con la comida y sobre todo con lo “saludable” no me dejaba vivir en paz, es como una (mala) canción que suena en mi cabeza todo el día, robándome luz, energía, tiempo y amor.
Me opuse por mucho tiempo a recibir ayuda porque no podía ser que yo, la de las buenas amigas, la de la sonrisa ancha, la de buenas calificaciones, la que tiene nuevamente un peso saludable, la de la fuerza y la inteligencia, la que YA NO es adolescente tuviera “estos problemas”.
Ha sido duro ir a terapia y saber que tengo un TCA, a veces tengo miedo de dejar de ser yo misma, porque esto es todo lo que he conocido por muchos años, pero estoy segura de que vale la pena atravesar el miedo. Vale la pena porque me amo y amo a quienes me rodean, amo mi trabajo, mi carrera y mis pasiones. Vale la pena porque estoy segura de que merezco mucho más que vivir atrapada en mis pensamientos, pensando en lo que como y lo que no, pensando qué invitación rechazar para no comer algo que desconozco o cómo está preparado. El camino es largo. Pero quisiera decirle a mi yo del futuro que valió la pena atravesar el miedo, que estoy a salvo y que soy una persona más libre y más feliz.
Quiero agregar que el privilegio de estudiar una carrera relacionada con la salud y de acercarme a la ciencia de la fisiología y la nutrición, han sido el gran impulsor para que yo pueda pedir ayuda. El conocimiento es poder y necesita ser compartido 💜
¡GRACIAS POR CREAR ESTE ESPACIO!