Este testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) habla de las contradicciones entre la voz sana y la voz enferma, entre nuestro instinto de vida y las presiones y exigencias del TCA.
A veces la confusión entre ambos es tan grande que podemos llegar a creer que somos nuestro TCA. Por eso es importante recordarse, día tras día, que NO SOMOS LA ENFERMEDAD.
Gracias @Radri por ser parte de esta comunidad y compartir tu experiencia con nosotras.
Estoy en recuperación de un TCA restrictivo y pienso que mi testimonio puede ayudar a otras personas a identificarse. También me ayuda a mí a luchar contra este monstruo.
@Radri
Ella
Mi cabeza manda ideas a mil por hora. Las absorbo, las interiorizo y creo que son mías. Pero ahí está ella, la enfermedad, que se ha colado en mi mente a través de la imagen distorsionada de mí que me devuelve.
Todavía no lo sé, pero ella está ahí. No es palpable, pero es la culpable. Culpable de no reír, de robarme la luz. Mi luz. De que en mis ojos haya cada día menos vida, de encerrarme en mi mente, de alejarme de mi persona. De robarme mi vida y darme una ficticia, en la que cada día me desvanezco un poco más y ella me felicita por ello.
Una vida en la que vivo prisionera de ella, tiene el control sobre mis actos, mis pensamientos, mis palabras, mi imagen… mientras me repito que soy yo, que no es ella.
Una contradicción constante entre ella y yo, hasta que te arrebata el ser e implanta el estar, hacer, obedecer. Una vida en la que, si la contradices, te castiga y lanza, recuerda y dice las cosas que más te duelen.
No dura toda la vida, pero el tiempo que te acompaña se parece bastante a eso. Es un tiempo que a ti te parece una vida, en la que ella suma poder mientras a ti te lo resta.
Así se siente para mí tenerla a ella. A la enfermedad. Al TCA.