“Mi respuesta a la soledad” es un nuevo testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que nos llega desde Brenes, Sevilla, de parte de Irene, de 14 años.
Este testimonio destaca por su sinceridad y honestidad. Muchas veces decimos, en tono reprobatorio, que algunas personas utilizan la comida o la salud mental para «llamar la atención». Y sí, es verdad, pero historias como estas nos ayudan a entender qué significa eso en realidad.
Si alguien necesita llegar tan lejos como para dañar su propio cuerpo para conseguir que la escuchen, el problema no está en esa persona sino en la comunicación. La solución no es culparla o recriminarla, sino ver qué podemos hacer para atender mejor sus necesidades y mejorar la relación en general. Es importante tener esto claro, porque algo tan simple como escuchar más a l@s demás puede ser fundamental para su recuperación.
¡Gracias Irene por abrirte así con nosotras! Seguro que tu experiencia con el TCA será de ayuda para mucha otra gente.
Mi respuesta a la soledad y mi infierno oculto
Me llamo Irene. Llevo más de un año con mi TCA. Estoy en una época muy buena, en la cual no tonteo con la comida. Me veo perfecta y tengo un peso saludable para mi cuerpo. El título de este testimonio viene de que me tragué sola mi TCA durante meses.
Todo empezó porque me sentía muy sola en mi propia casa, ya que mis padres estaban todo el rato trabajando. Yo, para llamar la atención y decirles que estaba mal en el instituto, utilicé mi cuerpo. Ellos no se daban cuenta de lo que padecía. Al principio creían que era porque hacía mucho deporte y porque comía muy sano, pero realmente no comía sano sino poco. No me permitía nada de grasas y cenaba muy temprano para no engordar, me daba vergüenza comer delante de gente, etc. En unos meses me quedé esquelética.
Mi peso iba en picado y yo disfrutaba de ello.
Mi padre solo me hablaba para echarme en cara que hacía sufrir a los demás, y sobre todo a mi madre. Ella me miraba con dolor… un día me llevó al médico a hacerme una analítica por la bajada de peso, y por llevar mucho tiempo sin regla. Al día siguiente, cuando le dieron los resultados, me recogió del instituto muy triste y me llevó al hospital porque habían salido fatal. Estuvimos más de 4 horas allí, la tarde entera esperando una respuesta. Al final decidieron ingresarme al día siguiente. Yo llegué a mi casa llorando porque no quería. Mi madre me decía que era lo mejor para mí.
Ingresé durante unos cuatro días en fechas aproximadas a las navidades. Fue genial porque realmente no tenía problema en comer, sólo quería estar acompañada. Por eso ni siquiera me pusieron vía. Yo estaba encantada porque mis padres estaban todo el día conmigo, más atentos de mí. Pero cuando salí y volví a mi vida normal, pasaron las navidades, etc., otra vez empezaron a pasar de mí y a no prestarme atención.
Volví a hacer lo mismo, a usar la comida para hacerles ver que estaba mal. Y también me ingresaron igual, sin vía. Así estuve un tiempo en que, cada vez que me dejaban sola, volvía a recaer.
En el pasado verano yo quería que me ingresaran, porque casi estaba mejor allí que en casa. Pero no le hicieron y parece que mi cerebro reaccionó. Me dije «si no te ingresan es que el destino no quiere», y empecé como desde cero. Recuperé el peso que había perdido, aunque en el instituto seguía estando mal. Era un infierno para mí enfrentarme cada día a esas personas que me etiquetaban y juzgaban con palabras y miradas… Pero tuve la suerte de que pude cambiar de instituto. Hoy hace más de 3 meses que cambié mi vida. En el nuevo instituto socializo, me siento agusto. Soy yo misma. Ahora mismo me veo genial al espejo.
Mi relación con la comida está mucho mejor, aunque sigo teniendo una secuela de rumiar. Es algo contra lo que lucho día a día. A veces lo consigo y otras no, pero tengo que ser fuerte.
En mi casa sigo sin estar bien del todo, pero en el instituto estoy genial del instituto, he aprendido a convivir con mi entorno. También he aprendido a preocuparme en aceptarme a mí misma, de tal forma que así convivo y me relaciono con todo el mundo pero manteniendo las distancias. De este modo me va mucho mejor en el ámbito social. Sigo teniendo mis recaídas, menos enfocadas en la bulimia… a veces tengo atracones, pero tengo claro que no tengo que compensar nada.
Desde hace un mes ya no me pasa esto. Y la verdad que me siento muy feliz conmigo misma, porque me estoy demostrando que soy súper fuerte y que puedo salir del todo. También me alegra estar feliz por mi familia.
Sobre todo por mi madre, que es mi luz.
mi respuesta a la soledad