Hoy, día 4 de marzo, personas gordas, activistas antigordofobia y defensores de la neutralidad corporal de todo el mundo unimos nuestras voces en el Día Mundial Contra la Gordofobia. Una jornada que busca resignificar el “Día Mundial Contra la Obesidad”, que durante demasiado tiempo ha patologizado cuerpos, apariencias y tallas “grandes”.
Desde Proyecto Princesas, nos unimos por segundo año a esta lucha que reivindica la autonomía y la liberación corporales, tanto a nivel individual como colectivo. Porque cada cuerpo, sea del tamaño que sea, merece ser aceptado y respetado.
4M Día Mundial Contra la Gordofobia
El Día Mundial Contra la Gordofobia clama en contra de un sistema de opresión que pone a las personas gordas en una situación de desventaja, injusticia y exclusión. Dicho sistema se reproduce de forma sistemática y estructural en nuestra sociedad actual. En gran parte, responde a una serie de códigos morales, así como al esquema ideológico del neoliberalismo.
Desde mediados del siglo XX, cada vez se ha hecho más presente la idea de que comer por placer está mal y que la consecuencia directa de esa anomalía siempre es la gordura. Es lo mismo que ocurre con la sexualidad no normativa.
Por su parte, el neoliberalismo proclama el tan manido mantra «si quieres, puedes». Según este, cada persona es el resultado único y exclusivo de sus elecciones. Por tanto, obvia el contexto y otros factores que son tanto o más influyentes.
El discurso médico normalizado legitima una visión de la gordura corporal como epidemia, causante de muerte prematura por diversas enfermedades asociadas. Desde esta perspectiva, se da a entender que las personas delgadas, solo por el hecho de serlo, no las sufren.
Este discurso predominante enfoca su atención en la obesidad como un problema de salud pública en el que intervenir. Se pierde de vista, pues, la problemática que subyace a la visión de la gordura como enfermedad.: La segregación de corporalidades y la creación de categorías descalificadoras.
Las personas gordas son merecedoras de recibir atención e intención de tratamiento médico, al igual que cualquier otra. Sin embargo, esta visión pesocentrista y culpabilizadora que comparten aún muchos profesionales de la salud y la nutrición hace que muchas rehúsen pedir ayuda. ¿La razón? No se creen merecedoras de recibirla o ya han recibido bastantes mensajes de que su peso/cuerpo es la razón causante de todo malestar.
Todo ello puede generar en las personas trastornos del estado del ánimo, principalmente de tipo afectivo y depresivo, así como ansiedad generalizada. Trastornos que se potencian a partir de un sistema que discrimina, victimiza y rechaza de pleno los cuerpos considerados gordos.
¿Qué se reivindica, pues, en este Día Mundial Contra la Gordofobia?
En primer lugar, que la obesidad no es una enfermedad. Tal y como reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de un factor de riesgo para algunas enfermedades. Por tanto, obesidad y mala salud no son sinónimos. La salud puede existir en todas las tallas.
De hecho, son muchos los factores que determinan la salud y sobre los cuales, la mayoría de las veces, no tenemos control. Estos no se pueden medir con parámetros simplistas, ni mucho menos con una báscula. La salud no la define el tamaño de un cuerpo, no es estática y no es estética (aunque así lo diga el IMC).
Tampoco es un fallo moral, un problema de salud o una decisión personal. La sociedad, a nivel global, y cada uno de nosotros en particular debemos aceptar la gordura como parte de la diversidad humana.
¿Qué se denuncia en el Día Mundial Contra la Gordofobia?
La obesidad (igual que el sobrepeso, el infrapeso o el peso “saludable”, según su propia tabla) se diagnostica con el Índice de Masa Corporal (IMC). La fórmula del cálculo del Índice de Masa Corporal [peso(kg)/talla(m2)] fue inventada por Adolphe Quetelet.
Este matemático (y no médico), que vivió entre 1796 y 1874, buscaba las “medidas perfectas” para el hombre cis blanco europeo adulto. No obstante, se utiliza asimismo en mujeres, personas no-binarias o sin género, personas de todas las razas, y también en menores. El IMC es un indicador con un bagaje clasista, racista, androcentrista, cissexista y eugenésico.
La fórmula del cálculo y la interpretación de los resultados del IMC es de las pocas formas de diagnóstico médico que se mantienen casi inalterables a lo largo del tiempo. Emplea únicamente dos factores aleatorios de nuestros cuerpos: peso y altura. No se tienen en cuenta, pues, otros factores como la densidad ósea, el porcentaje de grasa corporal o el porcentaje de masa muscular.
El resultado del cálculo del IMC se considera, hoy en día, una prueba médica fiable. Por desgracia, los resultados del cálculo del IMC se usan en algunos países para que las compañías aseguradoras y otros agentes del sistema médico-estético puedan sacar mayor beneficio económico de las personas diagnosticadas (según el IMC) con sobrepeso u obesidad.
Por poner un ejemplo, en el año 1998, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos cambió los criterios que definían, con base en el IMC, cuál era el “peso saludable” y en qué resultado empezaba el “sobrepeso”. Esta modificación se usó exclusivamente para que las compañías aseguradoras pudiesen sacar mayor beneficio económico de los 29 millones de personas que, de un día para otro, fueron diagnosticadas con sobrepeso.
El movimiento contra la gordofobia rechaza también de manera categórica la “profesionalización” y la normalización de disciplinas como la psicología bariátrica y la bariatría. Estas corrientes aseguran a los pacientes que la solución de su malestar físico y mental pasa por una cirugía bariátrica. Una operación que entraña graves riesgos para la salud a corto y largo plazo.
Queremos recordar en este punto dos citas importantes:
“No existe una sola forma efectiva de perder peso a largo plazo (por más de cinco años), aun cuando la cultura popular se esmera por hacernos creer lo contrario. Lo cual afecta la salud mental de las personas gordas, que nunca alcanzan el ‘peso saludable’”.
(Mann et al, 2017)
“El enfoque normativo del peso (que es el que se utiliza actualmente) no promueve conductas de salud y, en realidad, daña más a las personas que un enfoque inclusivo del peso”.
(Tylka et al, 2014)
Debido al estigma y a la discriminación, existe poca investigación sobre cómo mejorar la calidad de vida de las personas gordas que vaya más allá de una recomendación de pérdida de peso. Las visitas médicas por cualquier motivo suelen acabar antes con una dieta para adelgazar que con un diagnóstico, ya que cualquier síntoma se atribuye al peso.
Tanto es así que, curiosamente, se recomienda a las personas gordas realizar acciones que en personas delgadas se asocia con un posible trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Por ejemplo:
Pesar los alimentos, contar las calorías, hacer ayunos, eliminar alimentos de nuestra dieta, mantener un control diario del peso, hacer ejercicio de forma compulsiva, etcétera. Esto hace que se deje de lado algo muy importante; cualquier persona, sea cual sea su peso, puede sufrir un TCA.
Más aún, en algunos casos se ha llegado a proponer la amputación de órganos vitales (a las que llaman “cirugías de reducción de estómago”) o el consumo de anfetaminas para ahuyentar el hambre. Sabemos que es obligación del Estado (de todos los Estados) velar por los derechos de la ciudadanía. Sin embargo se violan más de trece derechos humanos en nombre de la “salud”, a causa de la discriminación y el bullying relacionado con el peso.
En este sentido, el acoso escolar por ataques gordofóbicos es otra gravísima forma de discriminación de las corporalidades gordas en las etapas de la infancia y adolescencia. Como consecuencia, se puede producir un menor rendimiento escolar, baja autoestima o aislamiento.
Con todo ello, podemos concluir que “obesidad” es la palabra que usa la medicina para patologizar un cuerpo gordo cuando simplemente es una realidad corporal distinta. Etiquetar a las personas gordas como enfermas sesga la visión de la medicina. En consecuencia, estas son tratadas de manera diferenciada en consulta, lo cual impide que su problema pueda ser atendido de forma adecuada y genera miedo, ansiedad o sentimiento de culpa.
A partir de este 2022, todas las personas con sensibilidad en esta causa consideramos el 4 de marzo el Día Contra La Gordofobia. Una discriminación todavía no tipificada que solo puede recogerse bajo el paraguas de “discriminación por cuestión estética”. Una discriminación que se ceba con las personas gordas al considerarlas de menor categoría que las personas delgadas.
Recuerda: todos los cuerpos son bellos. Tu peso natural, sea el que sea, es el adecuado para mantener a tu organismo nutrido y lleno de energía. Lo que pondrá precisamente en peligro tu salud física y mental no será la talla de tu pantalón, sino quien trate de convencerte de lo contrario.
¡Gracias a todxs las personas que han hecho posible esta acción colectiva!
Agustina Belén Fouce
Es muy curioso como en google al buscar día mundial contra la anorexia se muestra info de tca y un feed bastante «tranquilo»,pero si se busca día mundial contra la obesidad el feed tiene una connotación negativa de cuerpos gordos, ya sea en imágenes publicitarias o en el discurso de la noticia, es lo mas literal y el fiel reflejo de lo que es la gordofobia en la sociedad, ya que sin ir más lejos excluyen a la obesidad del tca estipulando un día simplemente para la obesidad cuando sencillamente entraría en el día mundial contra los tca, por eso en el día de hoy, 4 de Marzo se tiene que hacer voz de esta injusticia con el odio injustificado hacia los cuerpos gordos a través del lema día mundial contra la gordofobia para que cada vez más personas tengan conciencia sobre el tema.