Uno de los estigmas que recaen sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria es la asociación de este tipo de trastornos con cuerpos delgados. Esta creencia desconoce la estrecha relación que los TCA tienen con la forma negativa en que en nuestras sociedades hemos construido a los cuerpos gordos.
En este artículo Paola Sabogal nos habla sobre el estigma del peso y su asociación con los TCA, acercando información que hará tomar conciencia sobre la relación que esto mantiene con la sociedad absorta en tener cuerpos delgados a base de dietas, conductas alimentarias riesgo e insatisfacción corporal.
El estigma de peso y los TCA
Desde nuestra cultura popular, parece que los cuerpos gordos tienen poco que ver con los trastornos de la conducta alimentaria, resultando casi en su antítesis. Algunas alusiones más ligeras, enmarcan a los cuerpos gordos dentro de los trastornos por atracón o diversas conductas de compulsión alimentaria. Pese a estas, en su mayoría, superficiales asociaciones, la forma en que son construidos los cuerpos gordos en nuestros entornos sociales guarda una estrecha relación con la insatisfacción corporal, la práctica dietante, las conductas de riesgo y el desarrollo de trastornos alimentarios.
Un lugar de encuentro: la cultura de dieta
Desde la simple ecuación del “come menos, muévete más” que ha rondado todas las prescripciones dietarias de los últimos dos siglos, los cuerpos gordos han sido construidos como la representación del “fracaso” en el autocontrol personal.
Basta una mirada a las alusiones televisivas en que los cuerpos gordos son caracterizados (o, caricaturizados) con estereotipos de “glotonería”, “descuido”, “pereza”, “torpeza”, “fealdad” y “fracaso”.
En referencia a la alimentación, el ideario de la figura gorda se asocia directamente con el comer desaforado de un cierto tipo de alimentos; algo que, pese a no representar el comportamiento de las personas gordas, se ha naturalizado en la consciencia popular. Una búsqueda rápida en Google para “gente gorda comiendo” da cuenta de estas supuestas tendencias.
Pese a la poca correspondencia de estas asociaciones con la realidad, las nociones difundidas, incluso en los mensajes de salud pública, sobre la “obesidad” como una condición epidémica derivada del comer en “exceso” y el moverse “poco”, han llevado a relacionar de manera directa a los cuerpos gordos con un comportamiento alimentario que remite al pecado de la “gula”; algo que además los reviste de un juicio moral.
En esta misma línea, las representaciones culturales han inundado a los cuerpos gordos de un inminente fracaso en la autorrealización personal.
No hace falta más que recordar la inmensa cantidad de películas, novelas y series cuyo personaje principal es un hombre o – principalmente – una mujer delgada que se “disfraza” de gorda, para luego cumplir con el feliz sueño del adelgazamiento. Así mismo, en las redes sociales, es cada vez más común toparse con historias de “superación” o “motivación” en torno a la pérdida de peso.
En consecuencia, nos encontramos inmersos en una sociedad embebida en la red de una delgadez normativa. Esto hace que, en todos los escenarios sociales, comer poco y perder peso se convierta no sólo en un objetivo central de vida, sino en la prueba irrefutable de nuestra valía personal.
En efecto, son estas complejas asociaciones negativas, revestidas de una retórica marcada por el “come menos, muévete más y llegarás a ser valioso”, las que han orientado no sólo nuestro interiorizado imperativo moral de la delgadez, sino también, la idea de que la forma del cuerpo es una decisión personal que se moldea (con dieta y ejercicio) a voluntad.
Esta forma de entender a los cuerpos gordos es la que, en conjunto con múltiples factores, abre paso a la caracterización social de un profundo miedo a la gordura. En palabras de Virgie Tovar, activista gorda:
“Debido a la forma en que las personas gordas están posicionadas en nuestra cultura, las personas aprenden a temer a engordar”. Este miedo (que supera, incluso, el miedo a la muerte) potencializa el contribuyente ambiental más conocido para el desarrollo de los trastornos alimentarios: la idealización sociocultural de la delgadez.
¿Qué es el estigma de peso?
Según Rubino et al (2020), “el estigma de peso se refiere a la devaluación social y la denigración debido al exceso de peso corporal, y puede conducir a actitudes negativas, estereotipos, prejuicios y discriminación. Para Kraut (1994) el estigma en los cuerpos gordos – que se relacionan con la epidemia de la “obesidad” – comparte raíces con otros estigmas de enfermedad – como aquellos experimentados por personas con VIH – que remiten a la culpabilización de los individuos por sus condiciones al ser vistos como inmorales, sucios o perezosos”. En este sentido, en nuestra sociedad embebida en la retórica del adelgazamiento y la dieta, ser gordo no sólo es “malo”, sino que, además, es algo por lo que debes sentirte sistemáticamente culpable.
Cabe señalar que, lejos de que las negativas ideas sobre los cuerpos gordos sean el resultado de las asociaciones de cineastas, productores, diseñadores o expertos en salud pública, estas se encuentran cargadas de ideologías de raza, sexo y género, que han terminado por ubicar a la mujer heterosexual, blanca y delgada como la representación de lo “femenino”, “bello” y “dócil”, y al hombre heterosexual, blanco, delgado y musculado como lo “masculino”, “fuerte” y “racional”. Ambas son condiciones necesarias para un sistema que debe garantizar tanto la reproducción, como la producción. De ahí que, como lo plantea Virgie Tovar (2018): “estas formas de inferioridad en que son ubicadas las personas gordas en diferentes espacios sociales perjudi(quen) a todas las personas (…) la gordofobia utiliza el tratamiento de las personas gordas como un medio para controlar el tamaño corporal de todas las personas”.
El riesgo invisible:
Si bien la representación social de la gordura como “negativa” ha servido para marginar a las personas de cuerpo grande. Además de la culpabilización de los individuos por el tamaño de su cuerpo ha orientado un estigma interiorizado que promueve la disciplina autoimpuesta de la modificación corporal.
Ambos caracterizan tanto el profundo miedo a la gordura como la necesidad de control que se experimentan en medio de un TCA.
En efecto, a lo largo de la investigación, el estigma internalizado ha sido relacionado con conductas alimentarias de riesgo, insatisfacción corporal, depresión, sobrevaloración del peso y la forma corporal y preocupaciones sobre el peso, la forma y la alimentación; todos factores asociados al desarrollo de TCA.
Como resultado tenemos la normalización del ideal de moldeado corporal y la naturalización de la dieta como parte de la vida cotidiana (y su idealización como imperativo moral). Haciendo que no sólo sea cada vez más común tener un TCA, sino que, además, resulte más difícil ser consciente de padecerlo. Esto hace que la recuperación sea sistemáticamente desalentada por una sociedad en que el estigma dibuja continuamente la delgadez como un status de superioridad. En virtud de lo anterior, el estigma sobre los cuerpos gordos se convierte en una forma interiorizada de ejercer dominio sobre nuestros cuerpos, colapsando nuestras mentes y posibilidades de resistencia en la obsesión por el alimento, la forma y el número.
Hacia la recuperación colectiva:
Sin duda lo que expone la casi omnipresencia del estigma de peso en nuestras sociedades es la representación de una inmensa fuerza que legitima, desde diversos escenarios, el miedo y el desprecio hacia los cuerpos gordos. De ahí viene la lucha por la liberación de nuestros cuerpos del control al que son sometidos desde el TCA. Que no pueda estar ajena a nuestro compromiso con desmantelar los sistemas que alientan el estigma interiorizado a través de la clasificación y exclusión de cuerpos por tamaño, color, raza, sexo, género, orientación sexual, (dis)capacidad o padecimientos diversos.
Estamos invitados a acompañar y ser acompañados por quienes llevan décadas luchando por un espacio de justicia y equidad para los cuerpos. Nuestra recuperación total no es sólo un logro de responsabilidad con nosotros mismos y nuestras familias. Es la reclamación de la soberanía sobre nuestros propios cuerpos, es un acto político de resistencia colectiva, es un paso en firme hacia la apertura de conversaciones que orienten la liberación de TODXS LXS CUERPXS.
“Tal será el poder de un cuerpo que llevamos siglos obsesionados con controlarlo”.
Si te apetece conocer más sobre este tema, no te pierdas el anterior artículo de Paola: Cuerpos grandes y los TCA restricitivos
Bibliografía del artículo El estigma de peso y los TCA:
Puhl, R. M., & Heuer, C. A. (2010). Obesity Stigma: Important Considerations for Public Health. Am J Public Health(100), 1019–1028.
Rubino, F., Puhl, R., Cummings, D., Eckel, R., Ryan, D., Mechanick, J., . . . Huang, T. (2020). Joint international consensus statement for ending stigma of obesity. Nature Medicine.
Tovar, V. (2018). You Have The Right to Remain Fat. New York: Feminist Press.
Puhl, R., & Suh, Y. (2015). Stigma and Eating and Weight Disorders. Curr Psychiatry Rep, 17(10).
Bristow, C., Meurer, C., Simmonds, J., & Snell, T. (2020). Anti-obesity public health messages and risk factors for disordered eating: a systematic review. Health Promotion International, 1(19), 1-18.
Chastain, R. (2019). Weight Stigma – The Root of Eating Disorders. Obtenido de NEDA
NEDA. (s.f.). What is Weight Stigma? Obtenido de NEDA
ANONIMO
TOTALMENTE DE ACUERDO Y AÑADIR QUE LAS PERSONAS DEJEN DE CRITICAR Y QUE SE MIREN A ELLOS MISMOS. QUE A VECES HAY COMENTARIOS MUY DAÑINOS Y NO SABEN HASTA DONDE PUEDE ACARREAR ESAS PALABRAS MAL EMPLEADAS. MI LEMA ES VIVE Y DEJA VIVIR. Y SI TE ABURRES, PONTE A LEER QUE ESO TE VA A DAR MÁS CULTURA Y RIQUEZA EN VEZ DE METERTE CON OTROS QUE NO TIENEN CULPA DE TU FALTA DE VALORES (ESTO VA DIRIGIDO A AQUELLOS QUE CARECEN DE EMPATÍA Y DE SENSIBILIDAD). POR LA LUCHA DE LOS TCA.
Proyecto Princesas
¡Muchísimas gracias por tu mensaje con tanta razón!
Es muy importante cultivar más las mentes y opinar menos sobre los demás.
Gracias por escribirnos.
Un fuerte abrazo