Testimonio: En el banco del parque

“En el banco del parque” es un testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que nos cuenta cómo fue creciendo, motivado por comentarios...

Esta vez compartimos la historia de Lidia que nos trae su testimonio “En el banco del parque” sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). Nos cuenta cómo fue creciendo, motivado por comentarios ofensivos a su cuerpo en la infancia, y por conversaciones sobre dieta, ejercicio, comparaciones… con sus amigas, que por desgracia son tan frecuentes a esas edades y entre mujeres. No nos cansamos de recordar la importancia de no hacer comentarios sobre el aspecto físico de nadie, pero menos aún de niñxs y adolescentes. ¡No sabemos las consecuencias que podrían tener, incluso si creemos que son halagos!

Lidia también explica cómo durante un tiempo estuvo en cuasi-recuperación y la importancia de ser sinceras con nosotras mismas, de aprender a reconocer que cuando nuestra salud y estabilidad mentales dependen de rutinas, planes alimenticios… seguimos dentro del TCA.

Gracias Lidia por tu valentía y tu honestidad contigo misma. ¡Mucha fuerza en tu recuperación!

Gracias por este proyecto, abre los ojos a personas como yo…

Lidia

En el banco del parque

«Todo empezó sentada en un banco de un parque hablando con dos amigas; “Jaja, sí, voy a pesarme porque quiero estar más delgada”, “Podría estar mejor…“. Yo no decía nada, todo lo decían ellas. En mi interior solo pensaba “pues si están genial…”. Fueron pasando las semanas y el único tema que teníamos era el cuerpo, deporte, comida y todo para adelgazar y alcanzar ese “cuerpo perfecto”.

Poco a poco empecé a participar en las conversaciones y a compararme con ellas y con cada una de las mujeres que veía. Todas ellas siempre mejores que yo, creía.

Me puedo remontar unos pocos años atrás, a cuando era una niña. Mi propio tío llamándome “saco de patatas”. Unos chicos del pueblo “empanadilla” o diciendo “ahora sale el toro”. Apenas le daba importancia, pero caló, caló muy dentro. Y explotó en aquel banco años después… Ahí comenzó todo.

Empecé a hacer dietas restrictivas, a comer menos, a odiar mi cuerpo, a quemar todo aquello que comía con ejercicio excesivo… Estaba desatada, pero feliz porque “estaba perdiendo peso”. Hasta que un día salí por la puerta de casa y me mareé. Fui consciente de mi problema y pedí ayuda, pero seguía engañándome a mí misma y a los demás.

Pasó el tiempo y empecé con un nutricionista y a hacer deporte. Realmente disfrutaba de hacer ejercicio físico y de los alimentos. Estaba feliz, un poco más sana, aunque seguía comparándome con las demás y viendo mi cuerpo horroroso. Pero ya no era con tanta frecuencia. Creía haber burlado a esa voz que te mata a ti misma… hasta que hoy me di cuenta de que no. De que por más que piense estar bien por llevar una buena rutina no lo estoy, porque en cuanto me salgo de esta vuelvo a caer. Como ahora mismo. Y he recaído a peor.

Por lo tanto, tenemos que concienciarnos de que las rutinas cambian, o de que por X circunstancias no las podemos llevar a cabo.

No son una solución para salir de esto, solo una solución a corto plazo, ya que en cuanto se sale de las rutinas se recae. Por ello es importante trabajar la autoestima y la salud mental sin necesidad de seguir rutinas (que en mi caso eran deporte y alimentación equilibrada), porque una vez que nos faltan no nos queda nada. Y es muy duro pararte a pensar que pasas la vida pendiente de lo que gastas o ganas. Es triste creer que, si no tengo deporte o una buena alimentación, no soy feliz…

Este es mi caso. Y he dado el paso de pedir ayuda de verdad, de poder contarlo sin esconderme. Porque esto es una realidad que nos pasa a muchas personas y, como me ha dicho una buena amiga, no lo detectan hasta que no están en los huesos. Es mucho más que algo físico, es estar en constante lucha con nuestra mente.

Esta foto representa cómo en la mente está floreciendo el problema. Cómo, sin darme cuenta, estaba haciendo crecer las yerbas que acabarían por consumir mi mente…

Lidia


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