Hoy, 2 de mayo de 2021, celebramos el Día de la Madre pero también el Día Internacional contra el Acoso Escolar. Para ello nos gustaría compartir un nuevo testimonio acerca de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Lo hacemos con la historia de Danae, una mamá en apuros que sufrió bullying en su infancia, y que nos descubre puntos clave sobre los TCA y su relación con la maternidad, además de mostrarnos cómo, de no alcanzarse una recuperación total, la enfermedad puede reactivarse ante una situación de estrés como la que ha provocado la COVID-19, incluso años después de estar en cuasi-recuperación.
En un día cómo éste, nos gustaría reconocer el esfuerzo inmenso que supone ser madre en general y, en particular, ser madre con TCA. Agradecemos desde aquí todo el cariño, el trabajo y las enseñanzas de nuestras madres, y enviamos nuestro apoyo y fuerza a aquéllas que padecen un TCA directa o indirectamente. Estamos seguras de que ya sois las mejores madres para vuestrxs hijxs.
¡Feliz día a todas vosotras!
Por otro lado, también quisiéramos recordar la importancia de actuar ante los casos de acoso escolar, y de crear espacios que permitan que nuestrxs niñxs pidan ayuda cuando la necesitan. Habitar un cuerpo grande y/o no-normativo es aún, por desgracia, motivo habitual de acoso escolar, que puede provocar a la larga todo tipo de problemas de autoestima, imagen y confianza corporal y, por supuesto, TCA.
Por una escuela y una infancia seguras y felices, ¡no te calles, no seas cómplice!
«Forma parte de mi recuperación intentar no pensar en el qué dirán y, si sirve de ayuda a alguien para entender mejor la enfermedad, sería maravilloso».
Danae
Testimonio TCA:
Mamá en apuros
¡Hola!
Si estás leyendo ésto posiblemente sea porque al igual que yo, tienes un TCA, o eres familiar o amigx de alguien, o bien intuyes que tu conducta con la comida no es la adecuada. Sea como sea, no estás solx.
Tengo mala relación con la comida desde que tengo uso de razón y hasta donde mi memoria me deja recordar. Yo era una niña gordita, risueña y alegre de cara al exterior, terriblemente acomplejada en mi interior. Sufrí bullying en el colegio y nunca acepté mi cuerpo. Lo odiaba. Siempre estaba a dieta. Comía a escondidas de mi madre para que no me pegara en la mano.
A los 17 años, en plena crisis existencial, comencé una dieta disociada muy restrictiva que me marcó un antes y un después. Si no me gustaba la carne demasiado, terminé por odiarla y cogerle asco. Me sentía culpable al comer carne. Decidí hacerme vegetariana. Y aquí comenzaron mis problemas.
Comencé a restringir. Primero la carne. Luego el pescado. Luego los huevos. Después vino poco a poco todo lo demás hasta que llegué a comer una manzana al día. Pasé de ser una adolescente obesa a una chica con peso «normal». ¿Quién iba a pensar que yo tenía anorexia?
Todo el mundo me decía que me veía guapísima, que enhorabuena por mi nuevo aspecto… Y eso me invitaba a seguir más y más. Por fin tenía el control sobre algo.
Comencé a aislarme, no estaba en familia y llegaba lo más tarde posible para evitar las comidas y cenas. Comencé a mentir, a odiar todo y a todos a mi alrededor. Y no podía más. No podía soportar más voces en mi cabeza; «Gorda». «No vales para nada». «Eres una inútil». «¿Vas a salir así a la calle?«.
Un día, mi madre me cogió por banda y me dijo que necesitaba ayuda, que no podía seguir así. Que estaba sufriendo viendo el daño que me hacía. Así que acepté su ayuda para seguir haciendo lo que yo quería.
Pero llegaron las normas. Tenía que volver a comer, tenía que comer en familia, no podía pesarme…Y no podía soportar perder el control. Perder aquello que tanto me había costado. ¡Yo me veía bien por fin!
Comencé a usar diuréticos, laxantes, y más laxantes…pero no era suficiente. Y de repente llegó el hambre extrema, y con ella los atracones. Me ahogaba y no lo soportaba más. Intenté acabar con todo ese dolor… intenté acabar con mi vida. Pasé de tener anorexia nerviosa a bulimia nerviosa.
No recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que algo dentro de mí cambió el chip. Dejé de ser un robot que visitaba médicos y especialistas y tomaba pastillas. De repente comencé a descubrirme a mí misma y tras muchas sesiones y años de terapia llegó el día en el que sentía que estaba preparada para hacerme cargo de mi misma. Me sentía recuperada.
Y desde entonces, hasta este año, no tuve que volver a preocuparme.
Sí, he recaído. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo no he sido capaz de controlarlo?
¿En mi caso? Llegó la pandemia y con ella el Estrés. Maldito estrés. Maldita ansiedad. CAOS.
La Autoexigencia. Intentar ser Superwoman, intentar ser supermami, intentar no ser una mala madre, intentar ser buena trabajadora. Intentar ser una buena esposa, atenta y cariñosa. Por supuesto encargarme de las tareas del hogar y del cuidado de mis hijas. Intentar conseguir 5 minutos libres para mí, intentar tener intimidad y no lograrlo. No sentirme culpable por no querer estar con mis hijas ni mi marido en ciertos momentos. Intentar satisfacer los deseos de mi marido sin tener ganas. Intentar alcanzar la perfección y fracasar. Y la dieta…si, de nuevo la maldita dieta.
Comencé una dieta en Febrero y todo iba bien, perdiendo peso de manera controlada y saludable con un nutricionista. Pero la pandemia ha podido conmigo y me ha arrastrado a su paso como un tsunami.
Soy consciente de lo que estoy haciendo, no lo niego. He pedido ayuda en cuanto he visto que las cosas no iban bien. Pero ahora me tengo que desviar en el camino y queda un largo camino por recorrer hasta la verdadera recuperación. Sin prisa, sin pausa. Con días buenos, con días malos. Pero saldré adelante por mí misma, eso lo tengo claro, aunque a veces el demonio que llevo dentro quisiera arrastrarme hasta lo más profundo. Te odio demonio.
Quiero ser feliz, quiero poder hacer galletas con mis hijas y comerlas recién salidas del horno sin preocuparme por las calorías y sin sentirme culpable.
Quiero ser libre para poder disfrutar todo lo que me estoy perdiendo. No dejes de intentarlo, intento convencerme de que la recuperación es posible.
Nunca dejes de lado a una persona porque tenga un TCA.
No discrimines a alguien por su físico ni juzgues lo que come.
Apoyala.
Apoyanos.
Danos tiempo y cariño.
Y entonces… lo conseguiremos.