¿Alguna vez te han hablado del set point y del settling point? ¿Qué pensarías si te dijeran que cada persona, al igual que presenta unas características físicas determinadas (estatura, rasgos de la cara, tamaño de las orejas o de la nariz, color de pelo, de ojos o de piel, etc.), también se mueve en un rango de peso estable, al que siempre tiende de manera natural y en el cual se garantiza que el cuerpo tiene cubiertas todas sus necesidades energéticas?
En nuestra sociedad actual, conceptos tales como «dieta», «pérdida de peso» o «peso saludable» se han convertido en un mantra que hemos interiorizado, normalizado e incluso endiosado. Sin embargo, ¿conoces cuál es la respuesta de nuestro organismo cada vez que nos proponemos reducir de talla? ¿Sabías que activa mecanismos de defensa contra el déficit calórico y la falta de reserva energética?
Es cada vez más abundante la literatura que sostiene que la compensación metabólica se debe, precisamente, a que no tenemos potestad para moldear el cuerpo a nuestra voluntad. Muy al contrario, este se mueve en un rango de peso fijo y sostenido a lo largo del tiempo.
Sabemos que uno de los grandes miedos de las personas que padecen un TCA o que mantienen una relación malsana con la comida de tipo restrictivo es la ganancia de peso. Por eso es importante saber que no, no vas a engordar indefinidamente. Cuando tu cuerpo alcance su rango de peso natural, se mantendrá estable. Paola Sabogal, psicóloga y nutricionista, nos da las claves en el siguiente artículo y nos explica en qué consisten el set point y el settling point.
Set point y settling point
¿Cuán controlable es el tamaño de nuestro cuerpo?
Nos lo han repetido hasta el cansancio. Desde los expertos en nutrición más reconocidos hasta las portadas de revista que estrenan una nueva dieta en cada temporada, la promesa de la pérdida de peso y el moldeado corporal se han convertido no solo en la obligación de una sociedad obsesionada con la domesticación de cuerpos, sino también (y más que nada) en el mayor «fracaso» que se nos atribuye como individuos. ¿En qué medida está en nuestras manos cumplir con dicho estándar social (sea este estético o de «salud»)?
Pese a que el modelo de «déficit calórico» alentado por la cultura de dieta contempla la pérdida de peso como algo alcanzable de forma sencilla, a través de modificaciones en la alimentación y la actividad física, diversas investigaciones (y la experiencia vivida de muchas personas) sugieren que el tamaño de nuestros cuerpos se mueve en un rango estable al que tendemos a volver, a pesar de nuestros intentos por adelgazar.
La pérdida de peso en el corto plazo (desde algunos meses hasta el primer año) suele considerarse «exitosa» y efectiva. Lo que muchos desconocen, quizá, es que la reducción en nuestras reservas corporales provoca que múltiples mecanismos biológicos se activen y que se produzcan fenómenos como: reducción del gasto energético basal y del gasto cardíaco, disminución de la tasa de oxidación de grasas, alteración de hormonas tiroideas, aumento en la producción de cortisol, descenso de los niveles de leptina o subida de los niveles de grelina, entre muchas otros. Es decir, orientar la pérdida de peso supone adaptaciones metabólicas importantes.
En efecto, nuestros cuerpos usan mecanismos fisiológicos todo el tiempo para mantener sus reservas de supervivencia estables. Por ejemplo, cuando comemos más de lo que nuestro cuerpo necesita y las reservas corporales se encuentran en el rango que nuestro cuerpo considera adecuado de acuerdo con nuestra constitución genética y con la adaptación al contexto en que vivimos, nuestra temperatura corporal puede aumentar para «gastar» el excedente alimentario.
Del mismo modo, si nuestra ingesta es inferior a lo que necesitamos y las reservas corporales se ven amenazadas (o se encuentran por debajo de su rango estable), nuestro metabolismo se vuelve más lento y gasta la energía mínima requerida para cubrir las funciones vitales. En otras palabras, nuestro sistema priorizará el envío de energía hacia sistemas fundamentales para la vida como el latido cardíaco y la respiración, mientras que dejará de lado otras funciones como la reproducción o la producción de neurotransmisores de bienestar (razón por la cual, en estados de hambruna, se suele experimentar amenorrea o pérdida de la menstruación, así como apatía, irritabilidad o enojo).
Dado que la reducción en el metabolismo no logra compensar de manera prolongada el déficit energético y de reservas corporales, nuestro cuerpo activa diversos mecanismos para favorecer la ingesta de alimentos. Así, cuando nos hallamos en este estado, sentiremos más hambre, aumentarán nuestras preocupaciones sobre la comida y nuestros pensamientos sobre alimentos energéticos, y experimentaremos mayor sensación de recompensa cuando los ingiramos (por ejemplo, pueden saber más rico o producir mayor placer que en condiciones de reservas estables). Estos mecanismos contribuyen a que muchas personas desarrollen atracones o compulsión alimentaria como resultado de un período de restricción.
Es preciso señalar que, dada la tendencia de nuestro cuerpo a moverse en un rango de peso estable, este «déficit de reservas corporales» es específico para cada corporalidad e independiente de parámetros externos como el índice de masa corporal (IMC). Esto quiere decir que no es necesario que tengas un «bajo peso» para que tu cuerpo necesite hacer uso de estas formas de compensación metabólica, tan solo salirte de tu rango de peso estable. Asimismo, se hace referencia a un «rango» de peso y no a un punto fijo de peso específico, pues este suele fluctuar en circunstancias particulares y momentáneas de nuestro día a día, como unas vacaciones, un duelo, cambios en el ritmo de vida, aumento de los niveles de estrés, entre otras; sin embargo, vuelve al rango usual una vez superados los cambios.
A lo que apuntan estas observaciones es a que, pese a la difundida idea de que nuestros cuerpos son máquinas que suben de peso cuando comen «de más» o se ejercitan «poco», y bajan cuando hacen lo contrario, su tamaño, en realidad, se encuentra fuera de nuestro control voluntario. Lo anterior nos invita a problematizar la idea (difundida de manera amplia por la multimillonaria industria de la dieta) de que la razón por la que algunas personas no logran alcanzar (y mantener) el cuerpo que los estándares sociales nos imponen continuamente es que no tienen «voluntad» o no son suficientemente «disciplinados».
Hoy en día, existen diferentes modelos teóricos que explican esta tendencia de nuestros cuerpos a moverse en un rango de peso fijo, de forma sostenible, en el largo plazo. Dos muy conocidos son el set point y el settling point.
La teoría del set point propone que nuestros cuerpos poseen un rango de peso estable y predeterminado al que naturalmente tienden en virtud de nuestra huella genética. Según este modelo, el rango de peso en que se mueve nuestro cuerpo viene determinado genéticamente, al igual que nuestra estatura o el color de la piel o del cabello.
Por su parte, el settling point defiende que son múltiples los factores que contribuyen a determinar el peso corporal. Por tanto, este cambia a lo largo de la vida en función del contexto o situación en que nos hallemos. Aquí la genética sería solo uno más de dichos factores (algunos autores hablan de más de cien).
Si bien estas teorías difieren en las causas que conducen a nuestros cuerpos hacia un rango de peso estable determinado, ambas coinciden en la dificultad del moldeado corporal a voluntad, que conduce a una interminable lucha contra los mecanismos fisiológicos que se activan para garantizar nuestra supervivencia.
Nuestro cuerpo ha evolucionado para adaptarse a los contextos y combatir las agresiones externas a través de modificaciones metabólicas destinadas a salvarnos la vida (por ejemplo, protegernos de una hambruna. Y esto es independiente de las construcciones humanas arbitrarias y de los ideales estéticos que imponen tamaños corporales que son ajenos a nuestra biología y psicología particulares. De hecho, es común que, en nuestra sociedad, feliciten a las personas por perder peso (incluso con un argumento de salud), pese a que la reducción pueda deberse a un proceso de duelo, a un trastorno alimentario o a una condición laboral muy estresante, situaciones todas ellas que amenazan la salud física o emocional.
Seguro que ahora mismo te estarás preguntando, ¿cuál es mi rango de peso estable? La respuesta, sin duda, es más compleja que un determinado número en la balanza.
Tu rango de peso estable será aquel que permanece de forma predominante y sin esfuerzo cuando tus condiciones de vida son más o menos estables (por ejemplo, no estás atravesando una crisis o un cambio importante) y tu alimentación, actividad y descanso ocurren, por norma general, de manera intuitiva. Sin embargo, es fundamental recordar que nuestro peso es dinámico. Es decir, este rango se ve afectado por circunstancias clave de la vida, como, por ejemplo, un embarazo, la menopausia, los cambios propios de la edad, una quiebra, un proceso de duelo o un divorcio, entre otras. Por tanto, más que centrarnos en encontrar nuestro peso estable y aceptarlo, conviene poner el foco en anular el inmenso valor que nuestra sociedad otorga a los tamaños corporales, lo cual, muchas veces, supone desestimar por completo nuestra valía como seres humanos.
Luchar contra una sociedad que nos impone lo imposible y nos juzga por no lograr lo inalcanzable es crear un mundo donde juntxs construimos un espacio para la diversidad y en el que todxs los cuerpos caben.
Referencias artículo «Set point y settling point«:
· Archer, E., Lavie, C.-J. y Hill, J.-O. (2018). The Contributions of ‘Diet’, ‘Genes’, and Physical Activity to the Etiology of Obesity: Contrary Evidence and Consilience. Progress in Cardiovascular Diseases, 89-102.
· Baum, E. (2019, 9 de octubre). Body Set Point Theory Explained. Eating Disorder Solutions.
· Centre for Clinical Interventions. (2018). Set Point Theory. Centre for Clinical Interventions.
· DeMaría, A. (2013). The multiple challenges of obesity. Journal of the American College of Cardiology, 61(7), 784-786.
· Everett, C. J., Medunjanin, D. y Frithsen, I. L. (2018). Roles of Environmental Pollution and Pesticides in Diabetes and Obesity: The Epidemiological Evidence. En D. Bagchi y S. Nair (eds.), Nutritional and Therapeutic Interventions for Diabetes and Metabolic Syndrome (págs. 53-64). Academic Press.
· Lynch, A., McGowan, E. y Zalesin, K. (2016). «Take Me through the History of Your Weight»: Using Qualitative Interviews to Create Personalized Weight Trajectories to Understand the Development of Obesity in Patients Preparing for Bariatric Surgery. The Academy of Nutrition and Dietetics, 2212-2672.
· Scott, J. (2017). The Epigenesis of Obesity. Human Development, 95–106.
· Sowder, K., Knight, L. y Fishalow, J. (2018). Trauma Exposure and Health: A Review of Outcomes and Pathways. Journal of aggression, maltreatment & trauma, 1644-1654.
· Tylka, T. L., Annunziato, R. A., Burgard, D., Daníelsdóttir, S., Shuman, E., Davis, C. y Calogero, R. M. (2014). The Weight-Inclusive versus Weight-Normative Approach to Health: Evaluating the Evidence for Prioritizing Well-Being over Weight Loss. Journal of Obesity, 1-18.
· UK Government’s Foresight Programme. (2016). Foresight Tackling Obesities: Future Choices – Project report. Government Office for Science.
· Sumithran, P. y Proietto, J. (2013). The defence of body weight: a physiological basis for weight regain after weight loss. Clinical Science, 231–241.
· Speakman, J. R., Levitsky, D. A., Allison, D. B., Bray, M. S., de Castro, J. M., Clegg, D. J., Clapham, J. C., Dulloo, A. G., Gruer, L., Haw, S., Hebebrand, J., Hetherington, M. M., Higgs, S., Jebb, S. A., Loos, R. J., Luckman, S., Luke, A., Mohammed-Ali, V., O’Rahilly, S., Pereira, M., … Westerterp-Plantenga, M. S. (2011). Set points, settling points and some alternative models: theoretical options to understand how genes and environments combine to regulate body adiposity. Disease models & mechanisms, 4(6), 733–745.
Leila
Buenas!
Agradezco este post, a lo largo de mi TCA lo único que me decían es que el peso se estabiliza porque el cuerpo es sabio. No llegaba a creérmelo porque no encontraba una lógica detras.
Tengo una duda, en mi caso sufrí obesidad de pequeña, ahora estoy saliendo de una anorexia bastante profunda (a nivel peso y cognitiva). Siempre en condiciones normales he pesado de más. ¿Significa eso que mi peso se estabilizara en un IMC alto? Debo decir que tampoco tenia hábitos alimenticios saludables…
Gracias y un saludo.