Testimonio: «Amor-exia»

Testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que nos relata con amor, de manera bella y poética su lucha contra la enfermedad...

Este testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) nos llega de parte de Ana, que nos relata con amor, de manera bella y poética su lucha contra la enfermedad, el (auto)silenciamiento, el dolor, el control.

Gracias Ana por compartir tus palabras con nosotras. Por tu fuerza. Por respetarte a ti misma como para emprender el camino hacia la recuperación. ¡Nos alegramos mucho de que por fin estés pudiendo cumplir ese sueño de hablar del TCA en pretérito!

Me llamo Ana. Ahora tengo 31 años y trabajo como matrona en Barcelona. Durante muchos años mi autoconcepto estuvo bajo la influencia de un TCA. Soy incapaz de poner una fecha de inicio, y creo que también de final. Imagino que empecé en los años de universidad. La carrera de enfermería trajo las KCAL a mi vida, y en el segundo año adquirimos amplios conocimientos en nutrición.

Recuerdo que ese curso varias compañeras y yo cambiamos de desayuno. Ya no volvería a probar esas napolitanas de chocolate calentitas de la cantina. Haciendo una pequeña restricción logré modificar ligeramente mi exterior. E irremediablemente mi interior. Recibí alabanzas, felicitaciones por mi físico y, por supuesto, por mi fuerza de voluntad.

Tras ese verano dejé de recibirlas. Había recuperado el peso.

Tuve por primera vez la enfermiza necesidad de volver a «contentar» a los demás para alimentar mi propio ego. Mi amor propio estaba, de golpe, al servicio de los demás. Soy consciente de que en el desarrollo de mi TCA influyeron tanto rasgos de personalidad como factores externos. Tristemente, tardé mucho tiempo en empezar a pensar que tenía un problema. Y por supuesto, algo más en pedir ayuda. Hoy, estoy segura de que eso fue por vivir en una sociedad también enferma.

Me comparto aquí en agradecimiento a todas esas voces desconocidas que me mostraron la esperanza cuando no cabía en mí la fuerza. También por los abrazos amigos que me rodearon fuerte al conocer mi camino. Y a todos aquellos que, sin saberlo, nunca dejasteis de hacerlo. A los segundos hace unos años os pediría perdón. Ahora sé que no hice nada malo.

Pero, por supuesto, lo comparto por y para aquellas gargantas que, hoy, siguen sangrantes de silencios.

Ana Isabel Cuevas

«Amorexia»

Durante aquellos años me hablé sin amor. Viví sin paz. Me exigí exigirme. Y me alejé tantas veces de la meta que al final (me) perdí. Fui feliz, pero intranquila. Alegre y responsable. Le temía a la carne, al pan, al aceite y a la vida. Me escondí de mí y del miedo en mil baños. Ayune vida. Engullí culpa. Vomité fuerza y perdí kilos de verdades y de amor propio.

Iluminar esta sombra fue mi deseo apagado aquellos cumpleaños. Y por supuesto, imaginar dibujarla en estas palabras sosteniendo un pretérito, un sueño. He caminado mucho, con algo de prisa y algunas pausas. Ha sido un camino oscuro de meses yermos sin luz de luna. Ha sido un camino lento de huidas y venidas. Mentiras, vergüenza, ansiedad y lágrimas.

Muchas lágrimas que, noctámbula y enfurecida, empujaba cada noche la impotencia.

Esta foto, en la que hoy veo claramente un cielo comido por una nube, la tomé poco antes de que mi cuerpo, agotado, gritara lo que callaba mi voz. El mar de invierno me trajo una hermana. Me abrigó suave con palabras amables, ligeras de juicios y desnudas de culpa. Con ese calor, ahora sé que di mis segundos primeros pasos.

Más tarde me desnudé al amor. Con mucho cariño, más terapia y comprensión, me he construido un cuerpo nuevo de confianza e infinito perdón. Y aunque aún reside el miedo en las cicatrices que me nacieron esos años, y aunque aún, hoy, sigo desaprendiendo a controlarme, me siento la mayor parte del tiempo tranquila, en calma.

Y por fin vivo sin aquel incansable ruido de la culpa.

Mi piel ya no viste de amarillo. Ahora aprende a vivir con todos los colores. También aquellos más grises y feos a los que intentaba abrazar más que a los más bellos. Sonrío y, a ratos también grito. Y lloro, y me enfado, y me frustro y la cago. Pero todo está bien. Triunfo, fracaso, e incluso a veces no hago nada. Y todo sigue estando bien.

Octubre de 2021: darme voz no era imposible, sino importante.

Ana Isabel Cuevas


¿Quieres compartir tu testimonio con nosotrxs?

¡Participa!


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.