Acercamos la historia de Jazmín, ella comenzó a sufrir anorexia nerviosa en la adolescencia. Al igual que muchas personas buscó apoyo en grupos de Princesas Ana y Mia que le llevaron a caer todavía más en la enfermedad. Ahora comparte su carta de despedida «Querida y odiada Ana» una muestra de valentía y superación.
QUERIDA Y ODIADA ANA
Comenzamos nuestra amistad a principios de mi adolescencia, apenas dejaba mi infancia atrás. Nadie nos presentó, éramos simples desconocidas pero en poco tiempo nos volvimos muy unidas y, sin darme cuenta, comenzaste a quitarme muchas cosas.
Me dijiste que no tenía un cuerpo lo suficientemente lindo (“delgado”) para salir a fiestas, comprarme ropa, verme con amigos, hasta para simplemente salir a la calle.
Me hiciste creer que si no comía lograría bajar de peso y llegar a una meta realmente imposible. Recuerdo lo frustrada y asquerosa que me sentía al no ver avances, aquellos de los que tanto me hablaste. Entonces me di cuenta que sola no podía, por lo que me uní a grupos de personas que estaban en el mismo juego, más víctimas de tus encantos.
Paso a paso, año tras año, fui convirtiéndome en tu esclava. Nunca voy a olvidar como me torturabas cada vez que tenía hambre «Si lo comes nunca vas a dejar de ser una gorda», «sabés cuántas calorías tiene esto?!», «No tenés hambre, estás aburrida». Me diste más consejos de los que nadie jamás me había dado, tenía todo planeado… Qué comer, qué no comer, como engañar al estómago, como mentir sobre mí hambre, y miles de tips para «bajar de peso».
Aunque a veces las cosas se me iban de la mano y tenía los famosos atracones. Siempre estuviste allí para darme una mano y con la otra taparme la boca. «Yo te puedo ayudar», decías. Y me pasabas una lista de dietas y ejercicios para compensarlo. Recuerdo cuántas noches me la pasaba horas haciendo ejercicio, y cuántas lloré por no hacer lo suficiente para ser una princesa digna de Ana.
Mucha gente de mi entorno se fue dando cuenta de quién eras realmente y lo que estabas haciendo conmigo. Mi familia, amigos y amigas, compañeros y compañeras del colegio, profesionales de la salud, y demás. Intentaron de muchas formas y por mucho tiempo demostrarme tu otra y real cara. No los quise escuchar, sabía con antelación que nos querrían separar porque eso me dijiste en una de tus tantas cartas para tus princesas.
Me fuiste destruyendo cada vez más, hasta que mi cuerpo y mente no aguantaron más. La depresión y ansiedad se hicieron más presentes que nunca, al igual que los síntomas de una enfermedad que por mucho tiempo llamé “amiga”, comenzaron los desmayos y ataques de pánico a diario. No sé en quién me convertiste, pero esa no era yo. Estaba perdida.
Pero un día dije “basta”, comencé a escuchar y a dejarme ayudar. Me quité la venda que pusiste en mis ojos y empecé a verme y sentirme como soy. No estoy gorda, tal vez nunca lo estuve. Por mucho tiempo me privé de comer y hacer lo que quiero por tu culpa. Y aunque a veces te metés en mi cabeza, quiero decirte que ya no te necesito, Anorexia, quiero terminar con esta relación tóxica.
Lo estoy logrando, ¿sabés? Y estoy feliz por ello. Qué irónico, ¿no? “Felicidad”, otra de las tantas cosas que me prometiste. Así que con orgullo te digo, querida y odiada Ana, ya no tenés control sobre mí.
Jazmín Debernardo
02/06/2020