Testimonio: Guerra despiadada

Guerra despiadada es un testimonio acerca de los Trastorno de la Conducta Alimentaria que narra su experiencia con la Bulimia y la Anorexia reflejando...

Compartimos «Guerra despiadada» un nuevo testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA), esta vez nos llega de parte de Kiaralys, que nos narra su experiencia con la Bulimia y la Anorexia.

Su testimonio refleja varios aspectos importantes de la vivencia de los TCA: el factor detonante de los comentarios ajenos hacia el cuerpo y del acoso escolar, las dietas restrictivas en la pre-adolescencia… y la dudosa utilidad de los ingresos psiquiátricos en plantas no especializadas. Son muchas las personas que describen que esos ingresos empeoraron todavía más su situación.

Gracias Kiaralys por tu valentía contándonos tu historia. Esperamos de verdad que consigas poner límites y/o alejarte de todos esos comentarios dañinos, así como caminar hacia la recuperación y ganar esta guerra despiadada.

¡Un abrazo!

 “Guerra despiadada, guerra agonizante. Despierta, desesperada, con una preocupación negligente. Esa que me persigue hasta en los sueños más oscuros, más livianos y pesados. Se lleva un pedazo de mí cada día. Me pregunto cómo puede ser esto posible. No tiene sentido. El valor que tiene esto sobre mi vida es tanto que me la roba. Esto me pesa. Me lleva al abismo donde grito y no puedo ser oída. Estoy cansada, pero nadie lo sabe porque es más fácil ocultarlo y apartarse. Espero que el día que logre aceptar que un número en la balanza no vale más que mi vida no sea demasiado tarde.”

K. V. T.

Guerra despiadada

Me llamo Kiaralys. Tengo 20 años, de los cuales 8 han sido de restricciones y autocastigo. Comencé dietas estrictas a mis 12 años, dejándome llevar por comentarios de la gente sobre que era una persona «llenita». En pleno desarrollo yo aún no me había preocupado por lo que era el peso… hasta que llegaron esos comentarios a mi vida. Por supuesto, al dejar de consumir muchos alimentos, tuve un descontrol con mi menstruación, lo que me llevó a tener que utilizar pastillas para regularla (lo cual, por cierto, nunca pasó).

Al consumir las pastillas y estar en plena restricción mi cuerpo me pedía comida, especialmente aquella que había eliminado para poder bajar de peso. Estuve tomando pastillas para poder tener mi regla hasta los 16–17, ya en la escuela superior. Recuerdo que en esa etapa estaba muy deprimida y sola. A pesar de hacer dietas, comía a mi manera. Mis padres ya estaban hasta el cansancio por mi decisión en cuanto a la comida. Pero era mi elección.

Recuerdo a mi padre llamarme bulímica cuando aún no tenía ese trastorno y nunca lo había intentado/pensado.

En mi escuela, las compañeras de clase solían hacer muchos comentarios sobre los demás. Se practicaba lo que hoy día se conoce como «acoso escolar». En esa etapa recuerdo que muchos comentaban sobre mi cuerpo. En una ocasión en mi clase de español, la maestra salió por alguna razón; yo me paré a tirar un papel a la basura cuando, de repente, escuché: ¨»KIARA, ESTÁS BIEN GORDA».

Ahí cambió todo. En ese momento sentí mareos, náuseas. Sentí que tenía que salir corriendo y comencé a sudar extremadamente. Sí, todo el salón en ese momento se quedó en silencio, y yo solamente bajé mi cabeza y aguante. Al salir de la clase me fui y, al llegar a mi casa, estaba sola. No había comido en todo el día, y por supuesto tenía hambre. Pero la palabra gorda no salía de mi cabeza.

Ahí conocí la famosa bulimia, a mis 17.

Pesaba 120 libras y no se me ocurrió nada más que dejar las pastillas y comenzar a vomitar lo que comía. Otras veces, simplemente hacía una restricción exagerada. Hasta que lo logré. Logré bajar 10 libras y todos, incluyendo la persona que me llamó gorda, me decían que estaba delgada, que en realidad ya no bajara nada más y esas cosas.

Tuve una pareja en ese lapso. Él también influyó en mis complejos, diciéndome que yo era una persona «chonchi». Así que me propuse bajar más, llegando a unas 104 libras. Al llegar a la universidad seguí bajando de peso. Llegué a 95, luego a 90. Como me hospedada fuera nadie tenía idea de lo que estaba haciendo, excepto por mi madre, que lo sospechaba. Al cumplir el año hospedándome, y al mis padres ver lo consumida que estaba en la depresión, la ansiedad y el TCA (el cual fue un conjunto de Anorexia Nervosa y Bulimia), decidieron sacarme y dejarme en casa.

Mi desespero y ansiedad fueron tanto que solo empeoré. Vomitaba el desayuno aunque fuera «saludable», así como mi otra comida. Me mataba de hambre y me dolían los huesos. Estuve sin periodo un año entero. Aun pesando 90 libras, mi abuela paterna me decía que estaba más gorda, lo que me destrozaba por dentro. Simplemente evitaba verla a toda costa. Sólo tapaba mi cuerpo.

Mis padres decidieron internarme involuntariamente en un hospital psiquiátrico.

Para mí eso fue lo más fuerte viniendo de ellos. Yo no estaba en condiciones para estar alrededor de personas con trastornos mentales mucho más fuertes y diferentes al mío, sin poder dormir por miedo. Fueron los peores 7 días de mi vida.

En fin, llegue a 87lbs. Luego de eso, volví a recuperar y llegué a mis 92, peso en el cual aún me llaman «gorda». Estoy hasta el cansancio de ello. La gente no tiene idea de la lucha que llevo para sobrevivir e intentar volver a tener mi menstruación. Me cansan los comentarios no pedidos, las malas intenciones e ignorancia. Esto es un poco de mí, lo cual comparto porque sé que muchas allá también han sido víctimas de un TCA a causa de comentarios. No están solas, les envío un abrazo. 


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