Testimonio TCA: No hay edad

"No hay edad" es un duro testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que nos habla de su experiencia con el bullying, la ansiedad...

Este duro testimonio sobre Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) de Nagore nos habla de su experiencia con el bullying, las relaciones tóxicas, la ansiedad y los atracones.

Nagore se dio cuenta de que sufría un TCA a raíz de su separación, después de acudir a un retiro con otras mujeres y escuchar hablar sobre el tema. A raíz del nacimiento de su hija, descubrió que se sentía muy pequeña, muy anulada por su ex-pareja. Como dice en el título de su testimonio «No hay edad», no hay edad para darse cuenta de que se está sufriendo un TCA. En caso de encontrarte en esta situación, no esperes para buscar ayuda.

Gracias Nagore por tu sinceridad. Estamos seguras de que tu testimonio va a llegar a quien lo necesite. De que va a ayudar. Proyecto Princesas es tu casa y nos alegramos profundamente de que poco a poco vayas recuperando el tamaño que te corresponde POR JUSTICIA. Y tu voz. Y tu autocompasión.

No hay edad

Me llamo Nagore y hace casi un año me decidí a escribir a Proyecto Princesas. Me respondisteis superpronto y me consultasteis algunas cosillas sobre mi escrito. Hoy lo leo, y… sigo encontrando más piezas de este rompecabezas.

No sé si con lo que yo he vivido podría ayudar a alguien, pero bueno, si consigo llegar a una sola persona… creo que me valdrá. Hace dos años decidí ir a un retiro. Tras 15 años con mi pareja, con la que tengo una hija, decidí poner fin a dicha relación. Poco después “apareció” el retiro y consideré que era el momento. Que si había aparecido era por algún motivo.

Necesitaba esa conexión conmigo, esa escucha, empezar a escucharme. Y tanto que me tocó escucharme. Nada más llegar al lugar donde se iba a celebrar, a las pocas horas… me quedé totalmente sin voz. Las grandes mujeres que compartieron días conmigo pueden dar fe de ello.

Según iba escuchando a las chicas, salió el tema del TCA. Y, la verdad, no tenía ni idea de qué estaban hablando.

Empecé a escuchar “atracones” y cosas que narraban que pensaba “pero si eso lo he hecho yo toda mi vida y jamás le puse nombre”. He tenido momentos de agobios y ansiedad, en los que comía sin pensar, sin gestionar, sin querer ser consciente de que mi estómago no quería ni podía más. Hasta el punto de encontrarme realmente mal. Y el pensamiento que solía venir era “pues mira…, ya que me encuentro mal, si sigo comiendo, terminaré vomitando y ya”. 

El problema es que a consecuencia de estos atracones tenía ganas de vomitar, pero no lo conseguía. Por tanto… me lo provocaba. Me llegué a hacer daño en la garganta alguna vez, porque “solo me sentía bien” si salía todo. Porque me encontraba mal, porque tenía que “sacar” ese malestar, porque no pasaba nada. No lo hablaba con nadie porque yo no lo veía como un problema. Para mí solo era que la comida me había sentado mal, que tenía malestar. Ya está. No había “nada más”.

Siempre pensaba “me ha sentado mal la comida”, “es que he comido de más”, “es que tengo el estómago sensible”. Nunca llegó a mí la palabra Trastorno de Conducta Alimenticia por atracón.

Conocía la anorexia, la bulimia y ya (no por haberlas vivido, me refiero como términos). Yo no consideraba tener ningún tipo de mala relación con la comida. Ahora, si miro para atrás, veo que la relación que tenía conmigo no era buena. Aún me cuesta quererme y cuidarme. En la familia y amistades recibía comentarios de “estás más gorda”, “¿has engordado?”, “eso no te queda bien”. Viví acoso por parte de las que se suponía que eran mis amigas, con 15/16 años. Cuando salía se metían conmigo: con lo que decía, con la ropa que me ponía, con mi cuerpo… pero no quería preocupar a mis padres, así que “yo era fuerte y no pasaba nada”.

En mi entorno familiar no se estila mucho lo de decir las cosas positivas que tenemos cada unx. Pero las malas se dicen con más facilidad. En la adolescencia, cuando volví a salir (estuve un año sin salir porque dejé a esas amigas), aunque iba de “fuerte” sentía que no gustaba a los chicos por mi forma de ser, vestir. Porque quizá yo no era tan bonita como las otras…

Empecé la relación con el padre de mi hija y bueno… a día de hoy diría que me hizo pequeña, sin ser yo consciente en todo ese tiempo.

Él era el que lo hacía todo bien, el que sabía, el que controlaba. No me decía ningún piropo, ni me trataba con cariño, pero bueno, las relaciones “son así”, o eso parecía que debía de ser. Se suponía que era buena persona, trabajador… ¿Cómo iba a encontrar a alguien “mejor” en mi vida? Pero llegó mi enana y fue una revolución. Me di cuenta de que no era feliz. Que no me quería. Que no me cuidaba… y que yo no querría eso para ella. Que la relación que tenía con él no era adecuada, ni sana, ni bonita, ni absolutamente nada.

Estando con él seguía teniendo atracones, no me sentía sexy, no me sentía bonita. Me imagino que todo eso me generaba una ansiedad que ni era consciente de ello. Pero… desperté, aunque a día de hoy siga con ansiedad, ya que él y yo aún debemos vivir juntos por temas económicos y de custodia. Su actitud es nefasta, dura, difícil. Creo que me faltarían calificativos. Pero me siento más poderosa, más fuerte, más yo. Y ya veo sus intentos de ofensa, sus intentos de hacerme sentir “pequeña” de nuevo. Y ya no lo consigue.

Soy una persona «PAS» extrovertida, y veo que eso… confunde a las personas. Muchas personas me dicen que cómo me iba a sentir yo “patito feo”, que “cómo iba yo a consentir yo esas cosas”.

Nadie sabe las batallas y las guerras que luchamos cada persona. Por mucho que sonría en la calle, por mucho que diga “todo bien”, el dolor está por dentro.

Aún tengo grietas, piezas que no están en su sitio. Pero muchas ganas de trabajar cada día en mí, de seguir. De enseñarle a mi hija cómo cuidarse a sí misma, qué no debe aceptar, a tener una relación bonita con la comida y consigo misma. A no esperar que los demás lo hagan primero.

Como os digo… no sé si ayudo o llego a alguien. A veces no sé ni si tiene sentido todo lo que tengo en la cabeza, pero… trabajo mucho en mí. En escucharme. En saber qué necesito, en entenderme. Estuve con una psicóloga, pero por el motivo de la separación.

Ahí vi lo pequeña que me sentía. Y fui sacando poco a poco todo lo demás.

Nagore

No hay edad, no hay edad, no hay edad, no hay edad


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