Testimonio: Ganaré a la anorexia

Ganaré a la anorexia es la historia de una chica que creia en las Princesas Ana y Mia hasta que vió la realidad que vivia. ¡Conoce su historia sobre TCA!

Ganaré a la anorexia es la historia de Y. Ella nos hace testigos de la dureza del proceso de recuperación y cómo se enfrenta a la enfermedad. Su historia muestra sufrimiento, pero también nos acerca la ilusión que tiene por ganar a la enfermedad y cómo va aprendiendo en cada paso. Su testimonio inspira y motiva a darle valor a la vida para luchar por la recuperación total de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).

Por mucho que me cueste, te ganaré anorexia


Dicen que todo pasa por algo, que no hay dos sin tres y, que si uno lucha, sale.
Supongo que será verdad, aunque de esas tres cosas, una cosa me queda por comprobar, la última. Pero estoy segura de que lo conseguiré. ¡Ganaré a la anorexia!

Hace cinco años dejé entrar a la Princesa Ana en mi vida, para los que no la conozcáis, Ana es anorexia nerviosa. Pero, al cabo del tiempo aparecieron dos TCA´s más.

Al principio de todo pensaba que podía con todo, que iba a llevármelo callado hasta la tumba, pero muy poco me duró. Mis padres empezaron a darse cuenta de la situación y decidieron poner una solución, a pesar de que yo negaba tener un problema. Me pasé varios meses ingresada en un hospital especializado en TCA. Meses que no sirvieron para mucho porque, si no reconoces que tienes un problema, jamás puedes ponerle solución. Pero, por suerte, o por desgracia llegó alguien a mi vida y me abrió los ojos. Ella era mi enfermera favorita.

Pasé de estar a la defensiva 24/7 con todas las personas de ese centro a empezar a ser yo misma. A los pocos meses, me dieron el alta, se puede decir que estaba bien. Pero la realidad era otra, aparentaba estar curada, pero un día la Princesa Ana volvió.


Hablé con mis padres y les conté la situación, ellos, como siempre, me apoyaron y se pusieron en contacto con especialistas. La verdad es que, debido a la situación sanitaria, tardaron una semana o más en contactar de nuevo con nosotros. Cuando por fin se pusieron en contacto, algo dentro de mí se removió. No estaba muy segura de si lo que había hecho estaba bien. Se que pedir ayuda en estas situación siempre está bien, pero había algo dentro de mi que me animaba a echarme atrás. Pero eso es algo imposible de hacer una vez que ya has contactado con las personas que te van a llevar.

Dos semanas antes de los exámenes finales de segundo de bachillerato empezó mi recuperación. Tuve que compaginar los estudios, las clases y las citas con todos los especialistas (psicólogo, psiquiatra, nutricionista…). Un sin fin de consultas que en ocasiones me hacían imposible acudir a clase. Bueno, y obviamente, tuve que compaginar todo eso con mis cambios de humor. Porque cuando mis compañeros los TCA´s aparecían, por mi mente no pasaba nada bueno. Tan solo quería desaparecer.

Algo similar pasó una semana antes de la selectividad. Aunque mucho más fuerte, porque incluso me tuvieron que ingresar en un hospital de día y me prohibieron estudiar. En ese momento mi mente se desestabilizó, quería tirarlo todo por la borda. No me quería presentar a la selectividad ni quería recuperarme. Pero en ese momento, mi barco de salvamento, que es como yo le llamo, me salvó. Tutoras que se convierten en miembros de tu familia en momentos tan difíciles. Que incluso te ofrecen toda la ayuda que tiene a su alcance para que tú te recuperes. Y bendita ayuda tuve y tengo, porque ella sabe que estoy donde estoy gracias a ella.

Una vez termine la selectividad y me dieron las notas, me volvieron a ingresar, pero ahora ya no en un hospital de día. Ahora iba con más ganas que la primera vez. Iba contenta al saber que me iba a recuperar, que ingresaba para poder empezar una nueva vida, para recuperar los años perdidos y disfrutar de la vida. Y, dejadme decir que menudo cambio, menudo cambio de ir a la fuerza a ir voluntariamente. Tan solo os digo que en dos meses me dieron el alta y que ni las propias enfermeras y personal sanitario se creían lo que estaban viendo.

Una chica que hacía dos años ingresó y no hacia absolutamente nada por recuperarse del TCA. Que volvió a ingresar de forma voluntaria y en tan solo un mes consiguió los objetivos que se le habían ido marcando.


Todavía estoy en recuperación, ahora estoy en hospital de día, feliz de ello puesto que eso supone que voy por el buen camino. No todo ha sido, ni será, un paseo en barca, porque si alguien quiere algo, debe luchar para conseguirlo. Tendré recaídas, días buenos y días malos. Tendré días en los que quiera tirarlo todo por la borda, pero me anima saber que mi barco salvavidas estará a mi lado para darme su mano cuando lo necesite.

Se que por mucho que me cueste ganaré a la anorexia.


Poco a poco he ido apagando mis inseguridades. Mi miedo al fracaso, ese que hizo que jamás suspendiera un examen y que me ha hecho meterme tanta presión a mi misma. Mi visión distorsionada, mi falta de autoestima (algo muy importante) y muchas cosas más. Pero lo que más feliz me hace es volver a querer estar con mi familia y mis amigos. Poder salir a pasear si sentirme observada por ser gorda ni nada por el estilo. Además, he empezado a encontrado encontrarme a mí misma en un sitio que me gusta y haciendo lo que más me gusta: en el mar, nadando.

Pero como siempre digo, esto no lo he conseguido yo sola. Porque sin la ayuda de toda la gente que hay al mi alrededor ayudándome (desde profesores hasta médicos) nada sería posible. Porque esa sensación de sentirse arropada es una sensación muy extraña ya que, durante la enfermedad, te alejas del mundo, te creas tu propia burbuja y te incomunicas de absolutamente todo. Y volver a tener esa sensación es indescriptible.

Supongo que cuando la gente me dice “ojalá fuera tú” simplemente por saber compaginar mis estudios en bachillerato con los del conservatorio superior de música y el deporte, no saben lo se esconde detrás, nadie querría ser como yo, porque la gente no sabe cuánto se sufre con esta enfermedad, tan solo la que la hemos vivido.

Nadie sabe las noches en vela haciendo ejercicio que nos hemos tirado, o las veces que no hemos salido con nuestros amigos por nuestras inseguridades. Esa gente que dice que tengo una vida perfecta hace que mis TCA’s se enciendan, les alimenta. Y eso en lo que yo no quiero, por eso, creo que es conveniente que la gente sepa que no, que no soy la estudiante perfecta, ni tengo una vida perfecta, ni soy perfecta, jamás lo seré, y ya me encargaré yo de ello. Porque lo bonito de las personas son sus imperfecciones.


Porque si para ser perfecta tengo que contar las calorías que consumo, me tengo que matar a hacer deporte, tengo que llorar cada vez que como algo que creo que es hipercalórico, tengo que separarme de mi familia, de mis amigos, si tengo que desconfiar de mi misma para ser perfecta o si tengo que renunciar a hacer cosas que me gustan. Y sobretodo, si tengo que dejar de ser feliz para ser perfecta o si me tengo que esconder en los estudios, perdonándome pero me niego a serlo.

Recordad: Aunque pienses que estás solo, nunca lo estás. Y aunque creas que nadie se entera que sufres este tipo de problema, más gente de la que tú te crees lo piensa.

Si alguien te quiere de verdad no es por tallar X o por pesar X. Te quiere por ser como eres, te quiere con tus defectos y tus virtudes, y te quiere con tus pros y tus contras, te quiere en los días buenas y en los no tan buenos. Te quieren por se tu, no por quien podrías llegar a ser.

¡Este pulso lo gano yo! ¡Ganaré a la anorexia!

-y-


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